La Convención del Partido Demócrata en Estados Unidos fue un acontecimiento histórico, aunque sin muchas sorpresas, cargado de discursos apasionados como el de Barack Obama que, sin quedarse en un mero recuerdo nostálgico, resaltaron valores históricos como la solidaridad entre vecinos, promesas de avance y un llamado a la unidad en un país profundamente polarizado. La convención logró mostrar un partido unido, en pie de lucha (“If we fight, we win” -Si luchamos, ganamos) decidido a enfrentar a Donald Trump; desde una economía para la clase media, una justicia social que reconozca a la mujer sus derechos reproductivos hasta un gobierno que represente a todos los Estadounidenses.
La convención tuvo como sede el mítico United Center, el mismo estadio que vio a Michael Jordan coronarse tantas veces campeón con los Bulls de Chicago y como uno de los mejores deportistas de todos los tiempos. El discurso del Presidente Biden que, entre lágrimas, entregó la posta a su Vicepresidenta. También alzaron su voz líderes jóvenes emergentes como el congresista Maxwell Frost, con un mensaje claro: la necesidad de reconstruir un tejido social para los jóvenes, hoy desecho por el odio y la confrontación.
Fue una convención histórica solo por el hecho de proclamar a la primera mujer afroamericana Kamala Harris, hija de inmigrantes Indios y Jamaiquinos, como candidata a la Presidencia de Estados Unidos. Sorprendió el discurso de Oprah Winfrey dirigido a los independientes que como ella no pueden permanecer indiferentes ante una elección trascendental para la democracia norteamericana.
Se trataron los temas que más preocupan al pueblo estadounidense y a la base demócrata como la reforma del sistema de salud, la lucha contra el cambio climático, las oportunidades de financiamiento para estudiantes en la educación superior y la infraestructura. Sin embargo, en medio de esta avalancha de temas domésticos y de política exterior cuya prioridad está en Ucrania, el Medio Oriente y la OTAN, América Latina brilló por su ausencia. En ninguno de los discursos se mencionó la importancia geopolítica de esta región, la crisis migratoria, el crimen transnacional o la lucha por la democracia en Venezuela. Esta ausencia es preocupante porque América Latina no solo es un vecino cercano, sino también un socio estratégico en términos de comercio, seguridad y cooperación internacional. Un vacío que están llenando China, Rusia e Irán.
La inexistencia de América Latina en la agenda política puede interpretarse como una señal de que la política exterior del Partido Demócrata sigue centrada en otras regiones del mundo, dejando de lado a un continente que comparte profundos lazos históricos y culturales con Estados Unidos. En un momento en que las relaciones internacionales son más importantes que nunca, es crucial que los líderes políticos latinoamericanos también hagan una presencia más decidida y sostenida en Norteamérica.
Probablemente, la explicación de esta omisión es que el partido está más enfocado en recuperar el apoyo de los votantes indecisos o moderados, que podrían estar más interesados en los asuntos internos que en la política exterior. Sin embargo, esta estrategia podría ser contraproducente para conquistar un electorado que se identifica como Latinoamericano y que espera una mayor atención a los problemas que afectan a sus países de origen o de ascendencia.
Otra posible razón para la falta de un mensaje político dirigido a América Latina es que el partido no tiene una propuesta clara o coherente sobre cómo mejorar las relaciones con esta región. A diferencia de otras áreas geográficas, como Europa, Asia o Medio Oriente, América Latina no parece ser una prioridad definida en la agenda demócrata. Puede ser el reflejo de una falta de visión estratégica, o de un simple menosprecio de la importancia de América Latina para el futuro de Estados Unidos.
En conclusión, aunque la convención demócrata fue un éxito en términos de producción, organización y mensaje, la omisión de América Latina en los discursos es un recordatorio de que aún queda mucho por hacer para integrar plenamente a esta región en la agenda geopolítica de Estados Unidos. El desafío común está en lograr que en el futuro y a corto plazo, los líderes demócratas reconozcan la importancia de América Latina. Para alcanzar ese propósito, América Latina debe integrarse a través de inversiones comunes en proyectos socio-económicos y ambientales, desprovistos de ideología. En el inmediato futuro nos debe unir con Estados Unidos el propósito de defender la libertad, como valor fundamental de la democracia.