UN CAMBIO CON TRANSPARENCIA, ES NUESTRO DEBER

Hoy no vengo a prometer imposibles ni a disfrazar la realidad con frases vacías o con colores artificiales que se desvanecen al primer aguacero de la indiferencia política. Vengo a hablarles con la verdad en el alma y la conciencia tranquila. Vengo como lo que soy: un joven de Ciénaga que no se resigna, que no baja la cabeza, que no quiere ver cómo la apatía y la desconfianza nos roban el futuro. Vengo con la firme convicción de que el cambio no es un lujo ni una utopía. Es un deber. Es una responsabilidad colectiva. Y sí, también una decisión profundamente política.

No necesito millones ni maquinarias, ni una publicidad deslumbrante para decir lo que pienso. Lo que necesito, y lo que tengo, es convicción. La misma convicción que nace del aula, del barrio, de los pasillos de las universidades, de las esquinas donde la juventud debate, sueña y sobrevive. Porque en este municipio no hace falta un espectáculo electoral para hacer historia. Hace falta algo mucho más difícil de conseguir, pero infinitamente más valioso: voluntad, carácter y palabra.

Ciénaga no necesita más rostros decorativos ni candidatos que solo aparecen cada cierto tiempo a improvisar una promesa. Necesita representación con raíces. Con sentido. Con piel joven y mente despierta. Porque no es un secreto para nadie que la juventud ha sido históricamente marginada de la toma de decisiones, como si ser joven fuera sinónimo de inexperiencia, y no de energía, visión y coraje.

Hoy levanto la voz, no solo por mí, sino por tantos jóvenes que han sido silenciados por estructuras que no los representan. Por quienes han sido relegados a ser espectadores de un sistema que parece funcionar solo para los mismos de siempre. Por quienes han decidido no quedarse callados ante la injusticia, el abandono y el cinismo político. Levanto la voz por aquellos que ya no creen en nada, porque incluso ellos merecen recuperar la fe.

No estamos aquí para mendigar espacios. Estamos aquí para ocuparlos con legitimidad. Con ideas. Con propuestas construidas desde el territorio, desde la vivencia, desde la experiencia de quienes saben lo que significa estudiar sin garantías, vivir sin oportunidades, y aún así tener la valentía de imaginar un país distinto. Porque la política también tiene rostro joven, aunque a muchos les incomode. Porque la juventud no es el futuro: es el presente que ya está pidiendo paso. Y no va a pedir permiso.

No se equivoquen. Esto no es solo una candidatura al Consejo Municipal Juvenil. Es una apuesta por recuperar la política como herramienta de transformación y no como instrumento de clientelismo. Es una decisión de vida. Es mirar de frente a una sociedad que muchas veces nos da la espalda, y responderle con responsabilidad, con capacidad y con compromiso.

A quienes hoy me leen, no les pido su voto como si esto fuera una transacción más. No les ofrezco el espectáculo de la política de carteles, ni el show de las redes llenas de promesas empaquetadas. Les ofrezco algo mucho más honesto: mi palabra y mi trabajo. Les ofrezco una representación que no se esconde, que no olvida, que no se vende ni se alquila. Una voz que va a estar donde debe estar: al lado de quienes confían y esperan resultados reales, no excusas elegantes.

Hoy quiero invitarles a que rompamos juntos la costumbre de votar por obligación o por miedo. A que entendamos que ejercer la política no es un privilegio de élites ni un espacio exclusivo de quienes llevan décadas reciclándose en los cargos. La política también puede ser ética. También puede ser digna. También puede ser joven. También puede hablar con acento caribe, con voz de barrio, con las palabras sencillas de quienes saben que representar es servir, no servirse.

Me niego a aceptar que la juventud está perdida. Me niego a resignarme a pensar que no podemos cambiar lo que está mal. Porque lo he visto: en las aulas, en los colectivos culturales, en los grupos de jóvenes que organizan ollas comunitarias, en quienes defienden los derechos humanos, en quienes escriben, lideran, se movilizan, estudian, trabajan, resisten. La juventud no está perdida. Está cansada. Y eso también es una forma de conciencia.

Por eso esta candidatura no nace de una imposición, ni de un cálculo electoral. Nace de una realidad que nos golpea a diario, pero también de una esperanza que se niega a morir. Porque todavía hay quienes creen que la política puede ser distinta. Que el liderazgo juvenil no debe ser simbólico, sino decisivo. Que los jóvenes no estamos aquí para decorar las listas, sino para transformar las agendas.

Si llego al Consejo Municipal Juvenil, no esperen de mí discursos para la galería ni fotografías vacías. Esperen compromiso real, propuestas serias, y una voz dispuesta a hacer ruido donde haga falta. Mi prioridad no será figurar. Será escuchar, trabajar, gestionar, y construir puentes entre los jóvenes y las instituciones. Porque un joven con principios, con ética y con ideas, puede hacer mucho más que una maquinaria sin alma.

Estamos en un momento decisivo. Un punto de quiebre en el que debemos elegir entre repetir la historia o comenzar a escribir una nueva. Y eso no lo hace un solo candidato. Lo hace un pueblo. Lo hacen los jóvenes que se atreven a creer, incluso cuando todo parece desmoronarse. Lo hacen quienes entienden que votar es un acto de amor propio y de dignidad colectiva.

No les prometo milagros, porque no estoy aquí para vender sueños que no puedo cumplir. Pero sí les prometo algo: ser coherente, ser transparente, y no olvidar jamás de dónde vengo ni a quién represento. No me interesa tener poder. Me interesa que el poder le sirva a la gente.

Esta es nuestra oportunidad. No solo de elegir a una persona, sino de abrirle la puerta a una nueva forma de hacer política: una política con rostro joven, con pensamiento crítico, con propuestas reales. Una política que no se construye desde arriba, sino desde la base. Desde el corazón de quienes no quieren que Ciénaga se siga escribiendo con resignación.

Hoy les pido algo más valioso que un voto: les pido su confianza. Su esperanza. Su decisión de ser parte de este cambio que no depende de pancartas, sino de personas. Un cambio que empieza en cada conversación, en cada idea, en cada paso firme hacia una ciudadanía activa, consciente y valiente.

Gracias por creer que otra política es posible. Gracias por entender que, al final del día, el motor de todo esto no son los recursos… es el compromiso.

Y ese, amigas y amigos, es nuestro deber.

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