¿y las corralejas qué? ¡La muerte bajo tablas!

Se queda corto el Congreso de la Republica al legislar sobre las corridas de toros y no sobre las corralejas. Es triste pensar que el egoísmo de siempre reducido en el centralismo de toda una vida, también invadió al Congreso de la República, y que solo le interesa defender lo que está mal en las ciudades; pareciera que para ellos la Colombia rural y la municipalidad no existiese.  ¿Tantos años de discusión en el congreso para solo tener en cuenta a la Colombia citadina? Algunos congresistas han manifestado que el congreso no está dispuesto a prohibir las corralejas, por ello solo tuvieron en cuenta la prohibición de las corridas de toros.

Pude leer el proyecto de ley aprobado por la Cámara de Representantes, que prohíbe las corridas de toros y está muy bien abolir esta práctica cruel; el presidente Petro ya lo había hecho en Bogotá cuando fue alcalde; una celebración arcaica y retrograda que hace rato debió dejar de existir en Colombia, pero que sólo atañe a las ciudades donde existe una fuerte tradición taurina, que en Colombia son pocas. Un logro, sí, pero tan pequeño para la enorme conducta dañina de la muerte animal, la muerte de las personas y la dignidad humana.

El verdadero morbo de la muerte no es exclusivo de las corridas de toros, sino en las corralejas de los pueblos, ahí se celebra la muerte y tortura de seres humanos y animales, bajo el baile y la embriaguez realizada en un recinto de tablas. En el resto del país se celebra la verdadera práctica de la muerte, las llamadas corralejas, que en resumen deterioran los elementos de la naturaleza del estado y de la vida en sociedad.

En primer término: las corralejas son contrarias a la naturaleza del estado, esto es, que como lo referencia Platón, el estado nace por la necesidad de que un tercero proteja derechos, pero también que imponga límites y prohibiciones, y sumado todo esto, con el único propósito de salvaguardar la vida como fin natural del estado. Basta con que sean las alcaldías las que deban conceder los permisos para una celebración de la que se espera la muerte, y prueba de ello es la concurrencia de los comités de gestión de riesgo citados (previos a las corralejas), donde se establece la disposición de ambulancias, médicos y enfermeros, en la puerta de los escenarios de tablas, para recibir los heridos que muchas veces se convierten en muertos. Qué ironía, el estado que nació para proteger la vida, permite y apoya un evento para acabar con ella.

En segundo lugar: La dignidad humana ha sido definida por la corte constitucional “Entendida como derecho fundamental autónomo” de tal forma “que los ciudadanos puedan vivir sin ser sometidos a cualquier forma de humillación o tortura”. Son las corralejas esa celebración morbosa en la que muchas personas al ritmo del licor se divierten al ver cómo otros individuos corren en medio de la ignorancia para no ser abatidos por el toro. En los pueblos suele decirse la frase: “quedaron buenas las corralejas porque hubo muertos”. La humillación normalizada y el deterioro de la civilización humana.

Y de tercero, pero igual de importante, hablar de la tortura animal, que a diferencia de las corridas de toros donde solo el torero le da muerte, en las corralejas hay cientos de personas hiriendo con muchas armas blancas como banderillas con hierro afilado para clavar en el cuerpo del animal; se van turnando uno a uno, porque entre más torturen al toro y más extravagante sea la clavada, más dinero recogen en las gradas de tablas.

En las corridas siempre hay muerte animal y tortura para el toro, y en las corralejas también, pero lo que más ocurre es la muerte de los seres humanos, su degradación, la humillación, y el quebranto de la dignidad humana.

¿Es un logro prohibir las corridas toro?, por supuesto que sí, pero en lo personal esperaba mucho más, porque la verdadera tortura humana y animal esta en las corralejas. Desde el congreso, no puede seguir pensándose solo en lo que ocurre en las ciudades, es en los municipios donde más se encuentran situaciones deplorables.

Bienvenida la cultura de la buena, la que no hace daño ni mata, que sigan las ferias de exposición ganadera, los festivales que exaltan y que enseñan, y toda celebración del folclor, del arte, la danza y el canto.

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