El pasado lunes 30 de diciembre, Santa Marta fue testigo de una inesperada y sorpresiva visita. Ese día, en horas de la tarde, el presidente Gustavo Petro llegó a la ciudad en lo que podría catalogarse como una “visita express” para grabar la alocución presidencial de fin de año que se emitiría el día siguiente a nivel nacional. El presidente realizó la alocución para todos los colombianos desde el icónico barrio Pescaíto, donde fue recibido con emoción entre abrazos de niños, jóvenes y adultos que no podían evitar reflejar en sus rostros el asombro de tener al presidente del país tan cerca de sus hogares en una fecha tan especial.
Mientras sonaba la característica música decembrina de la época en las calles del barrio, el presidente Gustavo Petro, vestido de guayabera, se desplazó hasta la tienda ‘La 10’, donde fue recibido por el dueño del local, el señor Camilo Vesga Patiño.
Encendidas las cámaras, empezó una conversación distendida entre los dos protagonistas, donde el presidente preguntó al señor Camilo acerca de los beneficios que ha recibido al ser parte del programa paneles solares. Con facturas en mano, el señor Camilo mostró a las cámaras y a todos los colombianos el impacto positivo que ha tenido la instalación de paneles solares en su tarifa de luz mensual, que si bien sigue siendo alta en comparación con otras ciudades del interior del país, esta ha disminuido de manera considerable.
Terminada la conversación, el presidente se dispuso a dirigirse al país en su mensaje de Año Nuevo con las vitrinas de productos de la ya famosa tienda ‘La 10’ de fondo. Más que un mensaje de buenos deseos, el presidente realizó un balance general de los logros del gobierno durante el año 2024 en materia de reducción de la pobreza, crecimiento de la economía, disminución del desempleo y la inflación, distribución y formalización de tierras, reforma pensional, turismo e incautación de drogas.
Sin embargo, tengo que admitir que ninguno de estos temas fue el que más llamó mi atención.
En ese momento, solo podía pensar en el deseo expresado por el presidente de conmemorar los 500 años de la fundación de Santa Marta, que se cumplirán el próximo 29 de julio, dejando a un lado la idea de la conquista, y por el contrario realizando un acto de encuentro entre culturas, un debate que ha sido tema de discusión en los últimos meses.
Y es que mientras el presidente estaba en Pescaíto, a tan solo unas pocas cuadras, en la calle 30 frente a la Olímpica del sector, dos hombres fueron asesinados a tiros a plena luz del día. Keiner Orozco murió en el acto, dejando un charco de sangre en el asfalto ante la mirada atónita de los curiosos, mientras que Juan David Arroyo fue trasladado a la clínica, donde moriría horas después.
Este hecho, en plena visita presidencial, nos invita a reflexionar sobre los retos que tenemos como ciudad en vísperas de cumplir los tan esperados 500 años. Son muchos, sin duda el agua y el alcantarillado de la ciudad los más importantes, donde ya se ven avances pues el Viceministerio de Agua y Saneamiento Básico dio el concepto de viabilidad para el Plan Maestro de Acueducto y Alcantarillado según anunció el alcalde Carlos Pinedo en sus redes sociales, pero el tema de seguridad no se queda atrás.
Los datos son alarmantes, pues para el año 2024 Santa Marta cerró con un total de 206 homicidios, de acuerdo con la Plataforma de Defensores de DDHH, Activistas y Líderes Sociales de la Sierra Nevada de Santa Marta – PDHAL y Medicina Legal.
Entonces, ¿qué queremos para Santa Marta en sus 500 años? ¿Una ciudad azotada por la violencia, los asesinatos y la guerra entre grupos al margen de la ley? ¿Una ciudad donde el miedo se apodere de sus ciudadanos y donde reine el terror? O por el contrario, queremos una ciudad pacífica, llena de júbilo y alegría, donde el ciudadano pueda salir a la calle a celebrar y conmemorar los 500 años de Santa Marta y diga con orgullo, yo soy samario.
El llamado es para las autoridades nacionales y locales, el momento de articular acciones que contribuyan a mejorar la seguridad y el orden es ahora, porque una ciudad sin seguridad no puede progresar.