¡Ay! perla de América.
Rosember Rivadeneira
Extraño al cristalino rio manzanares.
Ahora son las heces y las aguas de alcantarilla
las que impunemente recorren tus santos lugares.
Siento un gran pesar.
Cuánto dolor me das.
La inseguridad nos golpea sin cesar
y la corrupción es un puñal que desangra a la sociedad.
El ladrón madruga, toma su arma y atraca a tus habitantes con la velocidad de la lechuza, mientras que tus autoridades duermen como una oruga y reaccionan al llamado de auxilio al paso de una tortuga.
Han saqueado tus arcas, Santa Marta. A tu gentilicio les arrebataron la paz. La población se encuentra harta porque no puede recorrer tranquila la ciudad.
Ante la ausencia de autoridad, los grupos ilegalmente armados extorsionan, amenazan y asesinan. El pueblo está arrodillado, agobiado y grita. Es consciente de que su esperanza se marchita.
Ciertamente, los malhechores exigen a tus habitantes el pago de impuestos, y de ello no se salva ni el humilde vendedor de buñuelo.
Si vamos a los centros comerciales a comprar, o a tratar de pasar un rato agradable, debemos esquivar las balas disparadas por quienes asaltan a los vehículos transportadores de valores con sus armas especiales. Ni qué decir de los bancos, pues nadie sale de ellos sin el Cristo en la mano.
Nuestra policía está integrada por impostores. Les importa un carajo que seamos presa fácil de los malhechores. Bien saben que quienes se transportan en las motos con las placas vendadas son los infractores. Ante sus ojos transitan por montones, pero prefieren distraerse con sus celulares jugando a ser tiktokers.
Derogado está el imperio de la ley. Ahora son los bandidos quienes imponen su voluntad, y quienes bajan la mirada son los depositarios de la autoridad.
Como el asunto de seguridad desborda la capacidad de la autoridad, ésta le despeja el camino a la mano negra para que neutralice al antisocial. Eso no es correcto, pero tampoco podemos negar que a muchos los pone contentos. ¡Uno menos! ¡uno menos! es la frase vitoreada por el pueblo.
¡Ay mi Santa Marta! tus ríos transportan aguas infectadas y tus hermosas playas se encuentran mancilladas. Hurgamos desesperadamente por franjas del mar en las que nos podamos broncear y bañar sin estar expuestos a la contaminación que ha sitiado a la ciudad.
No hallo en ti lugares sanos para respirar y las basuras nos privan de paisajes para apreciar.
Muchos sueñan con obtener alguna suma de dinero para arribar al aeropuerto y migrar hacia otro vividero. Otros, en cambio, se aferran a la ilusión de un mejor futuro, pues el presente se encuentra muy oscuro.
Dime, mi ciudad natal, de qué sirve estudiar y esforzarse para prosperar, si quienes reciben el premio son los que representan el mal ejemplo.
¡Ay Santa Marta! piensa en nuestros hijos y nietos. Qué valores les heredaremos a nuestros hijos y nietos, si la inseguridad se impone hasta en los colegios.
La noche oscura se resiste a desaparecer. El periodo que experimentamos es de transición. Por eso diariamente nos postramos en jornada de intersección ante el espíritu santo para que quien ocupa actualmente el poder sienta a Dios en su corazón, para que sea valiente y adopte una decisión, y también para que sea eficiente al emprender una acción. Necesitamos que los discursos se concreten en una solución.
Si no avanzamos y permitimos que todo se vaya para el carajo, tristemente podríamos retornar a las garras de los perversos que nos humillaron.
Aferrémonos a la oración para no morir sin antes ver a la dos veces santa en una situación mejor. Cerremos los ojos. Percibamos que desde el cielo continúa abierta la fuente desde la cual brota la magia para que Santa Marta vuelva a tenerlo todo. Ahora levantemos las manos y creemos consciencia porque el futuro depende de todos.