Se cumplen 15 días del vil atentado al precandidato presidencial y senador de la república, Miguel Uribe Turbay; en ese momento, mientras la noticia captaba la atención del país nacional y político supe que Colombia no volvería a ser igual, se habían despertado fantasmas que creíamos extintos. Desde entonces, las siguientes dos semanas no han sido más que el rodaje de un guion que sempiternamente se repite en la historia de este sufrido, pero grandioso país. “Criticas van y criticas vienen, pero ¿dónde queda la nación?”, sentenció en una oportunidad Antanas Mockus.
La oposición culpa al gobierno por la falta de seguridad y de garantías para llevar su ejercicio político a las calles. El gobierno se defiende y no deja de insistir que los autores materiales e intelectuales del atentado no son otros que estructuras criminales y aquellos a quienes este hecho “electoralmente favorece”, lo anterior es una ilación peligrosa y aumenta el clima de polarización. ¡Señor Petro, es el odio en las palabras lo que está condenando a nuestra sociedad! ¡Hay que desescalar el lenguaje! Como si no fuese suficiente, estas dos semanas han sido muy activas en las tres ramas del poder: la Reforma Laboral terminando su trámite en las dos cámaras, la Corte Constitucional devolviéndoles la Reforma Pensional por vicios de procedimientos y desde el Ejecutivo, el Ministro de Justicia por encargo vicario del Primer Mandatario mencionando tres palabras que causan estupor y pánico en todas las democracias avanzadas, “Asamblea Nacional Constituyente”.
Con lo que me surgen las siguientes preguntas, ¿Por qué Petro quiere modificar la constitución que le permitió llegar al solio de Nariño? ¿Por qué el afán desmedido e inconstitucional del gobierno por llevar a cabo la Consulta Popular?, la respuesta vino del profesor de derecho constitucional comparado, Mauricio Gaona: “el verdadero objetivo no es la consulta, es la asamblea constituyente”, es claro, ¡PETRO SE QUIERE QUEDAR! Por consumar su plan dictatorial hará lo mismo que en noviembre de 1985 cuando su grupo terrorista intentó implosionar nuestra democracia, el orden constitucional e institucional, el ordenamiento jurídico y la oposición; con la diferencia que hoy es presidente de la república. El odio y las balas son el verdadero lenguaje de Petro y sus correligionarios; lo fue antes y lo es hoy, pero como en el pasado, Colombia tiene guardianes de la democracia, de la república, de la institucionalidad, de su constitución.
La defensa de lo que otros con sangre nos han legado no es solo de los magistrados de las altas cortes o del Registrador Nacional, es de TODOS. Defenderemos nuestra institucionalidad, la democracia y nuestra Constitución, desde todos los frentes: en las calles, en espacios de opinión, en las urnas. Tenemos que dejar la vida en esto. Porque Colombia lo necesita y porque la historia lo exige.