EL MAGDALENA GRANDE, CESAR, LA GUAJIRA Y MAGDALENA: Sin Norte, sin proyectos estratégicos

Ninguno de estos tres departamentos tiene una institución pública y mucho menos privada, que trabaje por el desarrollo sostenible de cada uno de estos departamentos. Un ente que se enfoque en convocar, articular y movilizar capacidades empresariales, públicas, sociales y académicas para lograr este objetivo. Que tengan como finalidad promover el desarrollo territorial y construir un futuro más equitativo, trabajando con diversos actores como empresas, líderes, universidades y la sociedad civil,

Los gobernantes de esta región nunca pensaron a futuro, hoy cuando las millonadas de las regalías se esfumaron y la industria que las generó, el Carbón y el Petróleo están en riesgo, el panorama es desolador, no hay futuro.

El futuro de una región se refiere a las proyecciones y posibilidades de desarrollo que esa área geográfica y social puede tener en el tiempo. Implica considerar factores como el crecimiento económico, la calidad de vida de sus habitantes, la sostenibilidad ambiental, la innovación tecnológica, y la capacidad de adaptación a los cambios sociales y económicos. En esencia, se trata de vislumbrar cómo esa región podría evolucionar y transformarse en el futuro, tanto en términos positivos como negativos.

El futuro no se delega, se protagoniza. Ese mañana existe, está al alcance de la mano, y lo haremos realidad si lo escuchamos y lo tejemos con visión compartida. Este caso no ha sido aplicable en una tierra como esta del Magdalena grande, donde sí ha sido evidente ser la tierra de la miopía, la tierra de la inmediatez, de la improvisación, y a eso súmele la corrupción desenfrenada y el afán de riqueza de las familias atornilladas en el poder.

Hablar de futuro es un acto de confianza y también de responsabilidad. “la imagen del futuro que cada sociedad construye determina su camino como conjunto social”. En otras palabras: el futuro no es un destino que se espera, es un proyecto que se imagina y se construye desde el presente. Juntos lo hacemos posible.

Porque no nos hicimos esta pregunta por el futuro, nunca el futuro fue la conversación central de los gobernantes y mucho menos del empresariado regional: ¿qué queremos que ocurra en Cesar, Magdalena o La Guajira y cómo nos hacemos cargo? ¿Cómo abrimos caminos para que el progreso y el bienestar lleguen a más personas, de manera incremental, con el trabajo silencioso y persistente de todos los días? Solo algunos mínimos esfuerzos aislados comprendieron que la verdadera transformación va más allá de las buenas ideas: se construye con articulación, perseverancia y sentido de propósito.

Cuanta falta hizo identificar al menos en cada departamento tres proyectos estratégicos que trascendieran coyunturas y que le propusieran a Colombia desde El Magdalena Grande: la consolidación como motor industrial, agroindustrial y portuario del país, acompañando a sus líderes empresariales, públicos y sociales en el cierre de brechas históricas o la apuesta por convertir a nuestros departamentos en un destino turístico sostenible de talla mundial.

No se trabajó en ese sentido y hoy con la entrada en operaciones de Puerto Antioquia, está en riesgo el comercio internacional especialmente de Santa Marta, por qué los ´paisas por su costa caribe que es Urabá están en capacidad de mover hasta 12 millones de toneladas de carga en la próxima década, con puertos modernos, clústeres agroindustriales y más de 400.000 empleos formales proyectados a 2035.

En el turismo sostenible también está el futuro. No se avanza en esta dirección todo son cantos a la bandera, debiera ser un proyecto de país, una verdadera palanca del desarrollo. Porque no hablamos sólo de atraer visitantes: hablamos de ofrecer experiencias, de mostrar la identidad de la región y de hacer del turismo una fuerza de integración para toda la subregión del Magdalena Grande, jugando en equipo. Y ganando.

Pero nada de esto será posible si no cuidamos lo más valioso: nuestra democracia. Debemos trabajar como proyecto estratégico: rodear las instituciones, garantizar elecciones libres y seguras en 2026 y renovar la esperanza de los ciudadanos en un país que respeta sus reglas. Sin democracia, no hay inversión, ni desarrollo, ni futuro.

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