Las cifras no mienten. Pero tampoco hablan solas. En política, los números hay que saber leerlos con el corazón del pueblo y el olfato de la calle. La reciente encuesta LIDER POLL, realizada en junio de 2025, nos muestra no solo el retrato de dos liderazgos regionales en declive, sino el eco de una ciudadanía que ya no se traga el cuento, que mira con escepticismo, que compara, que exige.
Entrando en análisis, hoy a Carlos Pinedo se le puede calificar como el alcalde del desencanto. Con una pobre imagen positiva que solo alcanza un gris 25%, el alcalde de Santa Marta está lejos de contar con el respaldo mínimo para liderar con solvencia. Más grave aún: su imagen negativa alcanza el 33%, mientras que un 40% lo ubica en la cómoda, pero corrosiva categoría de “regular”. En otras palabras: ni frío, ni caliente. Y en política, tibio es igual a invisible.
El gran problema de Pinedo no es que no haya hecho. Es que nadie sabe qué ha hecho. Su gestión parece no tener relato ni identidad. Llegó al cargo en medio de una coalición con el poder tradicional y grupos al margen de la ley, como quedo evidenciado a los pocos meses de su posesión con la revelación de varias fotografías abrazando a un tenebroso jefe paramilitar, y hasta ahora no ha logrado diferenciarse ni generar empatía, además, porque sigue manejando un discurso deshilvanado, sin conexión con la comunidad samaria.
Su lenguaje es distante, burocrático, siempre mirando por el espejo del retrovisor, con algunas administraciones, teniendo el cuidado de no tocar a su “amiga”.
¿Quién lo respalda hoy? En términos demográficos, no conecta con los jóvenes (18 a 28 años), ni con los sectores populares (estrato 1 y 2), que constituyen la mayoría de la ciudad.
La debilidad del alcalde Pinedo radica en una ausencia de narrativa emocional. En tiempos de indignación y memoria colectiva, el alcalde parece un administrador de oficina tratando de gobernar una ciudad de pasiones.
El exalcalde y hoy gobernador del Magdalena, Rafael Martínez, conserva aún una base de apoyo: su imagen positiva es del 45%, muy por encima de su contraparte en Santa Marta. Sin embargo, no es una cifra para celebrar, sino para reflexionar: su imagen regular (31%) y negativa (11%) muestran un desgaste evidente.
Martínez es la cara visible de Fuerza Ciudadana, movimiento que marcó una ruptura con el pasado, pero que hoy parece más preocupado en conservar cuotas de poder que en renovar el pacto emocional con la ciudadanía y con la espada de Damocles, que le marca una caída inminente de su pedestal como gobernador. Pero eso sí, con la confianza de ganarse las elecciones atípicas que están a la vuelta de la esquina.
Su base más fuerte sigue siendo la población joven (29 a 45 años) y los estratos 1 y 2, que aún recuerdan programas sociales, intervenciones urbanas y el discurso contra la clase política tradicional de su jefe.
Pero incluso en ese segmento hay señales de agotamiento. La encuesta también muestra que apenas el 10% votaría por un candidato del “caicedismo”, y que “el que diga Caicedo” alcanza un techo del 24% en intención de voto.
Esto indica que el liderazgo de Rafael Martínez está entrando en una fase de bipolaridad política: lo apoyan los que ya lo conocían, pero le cuesta crecer hacia el electorado indeciso.
En este momento de este análisis es pertinente preguntarse ¿Quién manda en el Magdalena?
La respuesta es cruda: El Magdalena es hoy un territorio en disputa, no solo por el poder, sino por el relato. Ni el alcalde, ni el gobernador tienen mayoría emocional. Sus imágenes están fracturadas, su legitimidad se sostiene en estructuras, no en afectos.
Los más favorecidos por la imagen de ambos son los adultos entre 29 y 45 años, aquellos que vivieron sus primeras gestiones con algo de esperanza. Pero los mayores de 60 años y los jóvenes de 18 a 28 años muestran más distancia, más crítica, más frialdad. En especial los jóvenes, que están marcando una tendencia de escepticismo con todo lo que suene a continuidad.
Carlos Pinedo no ha logrado encender ningún afecto colectivo. Rafael Martínez aún lo mantiene, pero cada día más opaco. Y eso en política es letal. La encuesta LIDER POLL nos recuerda algo que la vieja política no quiere aceptar: el poder ya no se hereda, se conquista cada día con verdad, con conexión emocional y con resultados visibles.
Por lo tanto, esta encuesta deja un claro mensaje: Si no entienden esto, el voto popular —que hoy los mira con duda— mañana los sacará sin aviso.