¿Qu debe hacer Colombia ante la designación de grupos armados como organizaciones terroristas?
En un escenario global donde las narrativas políticas suelen imponerse sobre los hechos, la reciente solicitud del senador estadounidense Bernie Moreno al secretario de Estado Marco Rubio —para designar a las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), a las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada y a las disidencias de alias “Calarcá” como organizaciones terroristas extranjeras— obliga a Colombia a un análisis más sereno que emocional. No se trata de respaldar ni de rechazar automáticamente la medida, sino de comprender qué está en juego para el país.
Desde luego, nadie con sentido de Estado podría negar que esas estructuras criminales son responsables de un amplio historial de violencia, narcotráfico, desplazamiento y control territorial. Su capacidad armada y sus alianzas con carteles internacionales los sitúan en un nivel de amenaza real para la estabilidad nacional. Sin embargo, lo que Colombia debe preguntarse no es si son delincuentes —eso es evidente—, sino cuál es la respuesta estratégica más útil para desmontar su poder, sin hipotecar la soberanía ni la posibilidad de construir paz estable.
1. Entre el aplauso fácil y la reacción política
En el debate colombiano hay quienes aplauden de inmediato la iniciativa estadounidense, como si la designación “terrorista” fuera una varita mágica que resolverá la inseguridad. Otros, desde trincheras ideológicas, la rechazan por considerarla un ataque al gobierno actual o a la política de Paz Total. Ambas posiciones son simplistas. La realidad exige ponderación: ni la estigmatización automática ni la negociación a toda costa han logrado resultados sostenibles.
Estados Unidos actúa conforme a su doctrina de seguridad hemisférica, donde el narcotráfico sigue siendo prioridad. Es legítimo que proteja sus intereses, pero Colombia no puede limitarse a ser un territorio donde se aplican decisiones foráneas sin evaluar sus consecuencias internas. La cooperación es necesaria, la subordinación no.
2. Seguridad sin desarrollo es solo contención
La designación como FTO tendría efectos inmediatos: congelamiento de activos, limitación de apoyos y endurecimiento de la persecución judicial internacional. Todo eso es útil si se enmarca en una estrategia integral que combine inteligencia, desarrollo territorial y fortalecimiento institucional. De lo contrario, solo trasladará el problema.
El crimen organizado en Colombia no se sostiene por ideología, sino por economía ilegal, ausencia estatal y rentas del narcotráfico. Por eso, la lucha debe ser contra la causa, no solo contra la expresión armada. Si se responde únicamente con la etiqueta de terrorismo, se renuncia a intervenir en las raíces: la pobreza, la informalidad, la falta de oportunidades y la debilidad del Estado local.
3. Una política exterior de equilibrio y firmeza
Colombia necesita afirmar una política exterior soberana, que dialogue con todos los actores sin renunciar a su autonomía. Ello implica aceptar la cooperación antinarcóticos y la asistencia técnica de Estados Unidos, pero sobre la base de reciprocidad y respeto mutuo.
Aceptar la designación FTO sin una agenda conjunta de desarrollo y gobernanza territorial sería un error político.
Rechazarla de plano por razones ideológicas, otro error.
El liderazgo responsable exige equilibrio: cooperar, pero decidir desde los intereses nacionales. Colombia debe liderar su propio modelo de seguridad humana, uno que no se limite a erradicar grupos armados sino que logre reemplazar su control territorial por presencia institucional legítima.
4. El liderazgo que Colombia necesita
La coyuntura actual revela una necesidad profunda de liderazgo estratégico: uno que supere la división entre “mano dura” y “paz negociada” para construir un nuevo consenso nacional alrededor del orden, la justicia y el desarrollo.
Colombia no puede seguir atrapada en la dialéctica del péndulo político: unos justifican la violencia con causas sociales, otros la combaten sin ofrecer soluciones estructurales.
El liderazgo que hoy se requiere es aquel que:
- Entienda que la soberanía no se defiende con aislamiento, sino con autoridad moral y claridad estratégica.
- Asuma que la seguridad y la paz no son antagónicas, sino fases complementarias de un mismo propósito nacional.
- Y reconozca que sin instituciones sólidas, educación cívica y equidad territorial, toda victoria militar será temporal.
5. Lo que realmente le conviene a Colombia
Colombia necesita recuperar la capacidad de fijar su propio rumbo. Lo que nos conviene, más allá de quién gobierne, es:
- Cooperación internacional basada en intereses compartidos, no en presiones.
- Política de seguridad integral, que combine inteligencia, inversión social y justicia efectiva.
- Unidad nacional frente al crimen organizado, sin convertirlo en bandera partidista.
- Autonomía diplomática, para negociar con dignidad y no desde la dependencia.
- Reivindicación de la legalidad como instrumento de justicia social, no como arma ideológica.
Solo así la paz será algo más que un discurso, y la seguridad, algo más que una reacción.
En síntesis, el verdadero reto no es decidir si los grupos armados son terroristas o no; es reconstruir el Estado para que deje de ser un territorio compartido con ellos.


