Apropósito del mes de los amantes del libro, el mes de agosto, quiero recomendarles una de las obras más excelsas y entretenidas de la literatura en el mundo; “Cien años de soledad” catalogada como una de las obras más importantes de la lengua castellana, escrita por Gabriel García Márquez nacido en Aracataca Magdalena, Premio Nobel de Literatura. Gabo, como se le conoce cariñosamente, es orgullo de Colombia por todo cuanto aportó al arte de la literatura, pero además, por el hecho de lograr plasmar en letras de oro nuestra memoria para preservar y conservar la historia de nuestro país.
Gabo en su obra describió un pueblo imaginario, rico en imágenes y anécdotas, donde todo era bello y donde consiguió vislumbrar el fanatismo puro. Dicho lo anterior, sobre el territorio del departamento del Magdalena durante muchos años desgraciadamente se ha cernido de manera sistemática una enfermedad que muy bien la describió Gabo en su obra; me refiero a la peste letal del insomnio que se había apoderado de toda la población de Macondo pero que lo más grave no era el no poder dormir, –pues los habitantes de este pueblo llevaban su vida en total normalidad sin cansancio alguno-, lo más grave de esta enfermedad era el rápido olvido progresivo de las cosas.
En efecto, hoy por hoy producto de esta peste que nos hace olvidar en muy corto plazo las cosas, seguimos eligiendo gobernantes que no están a la altura para gobernar esta tierra grande y majestuosa. Los magdalenenses a día de hoy, hemos tenido la desdicha de transitar de gobierno en gobierno, verdugos de la población, continuando condenados a la desidia y la desesperanza. Pero no perdemos la fé de que en algún momento de nuestras vidas retornaremos a los años dignos que vivieron nuestros hermanos mayores, los Ariguaní, los Gairacas y los Tayronas, quienes con valentía y honor, defendieron sus tierras de españoles invasores, entregando su vida, antes que ceder a sus presiones y torturas.
Es importante advertir, que esta ha sido una peste que en nuestros tiempos ha pasado a ser más letal de lo que fue en el pasado. Hoy tenemos un departamento enfermo de la mente, sedado en pensamiento y con su dignidad marchita, producto del discurso totalizador y demagogo que baja del escritorio de quien se cree un caudillo. Me refiero aquí al movimiento de Carlos Caicedo, a quien llamaré en adelante el mesías.
Hace muchos años emergió de las clases populares en cabeza del mesías un movimiento político con ideas de avanzada y transformación, que llenó de esperanzas a una ciudadanía agotada que demandaba cambios en las formas de gobernar. El pueblo le dió su confianza, pero infortunadamente el mesías no estaba preparado para tener el poder en sus manos, sus ideales se desdibujaron de tal manera que no hay, no existe más verdad que aquella que imponen por ejemplo a través de la propaganda naranja y por cuanto medio de difusión tengan a disposición, agudizando la enfermedad y durmiendo cada día más el pensamiento de las gentes.
En el pasado, el dominio del poder se basaba en estrategias mucho más tangibles y pragmáticas, pero hoy, guiados por la inteligencia y la mente brillante del mesías, el dominio del poder lo ejercen desde una estrategia mucho más efectiva y peligrosa, ligada intrínsicamente al dominio de la mente. Éste último se fundamenta sobre la base de la presión y la extorción que les hacen a sus colaboradores vía contratos para que estos, –sin importar que estén de acuerdo o que vayan en contra de su voluntad-, deben seguir sus órdenes y consolidar el mensaje de la verdad absoluta que pregona su movimiento político, rechazando sugerencias o críticas.
Al mesías y por descarte a su movimiento, no le interesa contar con gente pensante capaz de reflexionar y usar el libre ejercicio de la razón, pues solo buscan esclavos sin pensamiento que defiendan a toda costa sus postulados caudillistas, egocéntricos y soberbios. Aún con ello, creemos que más temprano que tarde sus actuaciones lo llevarán a las postrimerías de su fin, permitiéndonos curarnos de esta enfermedad, de esta peste, que infortunadamente en su momento la considerábamos la posible cura pero que hoy lamentablemente nos agudizó la enfermedad.
Obedecer la orden de reclutar personas para manifestaciones y renunciar a la intimidad y privacidad en las redes sociales, son algunas de las estrategias que utilizan como herramientas de profusión propagandista. Lo hacen por todo el territorio de manera reiterada, semana a semana, repitiéndola una y otra vez, lo que al final termina dejando en la retina de los ciudadanos la sensación de que el mensaje que baja desde el escritorio del mesías es la única y absoluta verdad. Sin duda, esto les permite seguir direccionando el pensamiento en una sola vía, erradicando el espíritu crítico desde la raíz, ejerciendo el dominio sobre la mente, la cual cada vez más va resignando a la gente a creer que todo está bien y que vivimos en un Macondo lleno de maravillas.
Dicho lo anterior, traigo a colación un aparte de cien años de soledad, cuando en Macondo se presentó la huelga de la compañía bananera, donde los trabajadores recibieron todo tipo de maltratos, persecuciones, extorciones y asesinatos, cuando lo único reclamado por el pueblo era justicia y mejoras en las condiciones de vida. A pesar de todo, la versión oficial del gobierno repetida tantas veces terminó por imponerse, cuando insistían en lo siguiente: “en macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”.
Una completa ironía, si tenemos en cuenta que hoy estamos presenciando una historia que se asemeja a aquellos tiempos de Macondo, sin desconocer algunos aciertos logrados, pues han sido 12 años de gobierno. Pero, el punto es, que el de hoy sigue siendo un pensamiento radical y autoritario, donde se hace imposible criticar desaciertos, o evidenciar fallas, dejando a las gentes sin poder de discusión. ¡La propaganda es tan poderosa, que inclusive produce tal temor que ay! de aquel que se atreva a llevarle la contraria al mesías o a insubordinarse por querer plantear otro punto de vista, pues pagará con su contrato o en burocracia su osadía.
Sin embargo, la evolución y el avance de la ciencia siempre está en función de aportar y descubrir nuevos avances que permitan atacar las enfermedades que afectan la salud humana, más aún las del cerebro y el corazón, por tanto, considero que el antídoto para curarnos de esta enfermedad que nos tiene la mente sedada, dormida y en un letargo de paz así como le ocurrió a José Arcadio Segundo, un buen tipo paciente y calmado que presenció por mucho tiempo los maltratos por parte de la compañía bananera la United Fuit, pero que en el momento en que la fuerza pública amenazaba en la plaza con disparar contra los huelguistas, él entre la muchedumbre se llena de valor “y por primera vez en su vida levantó la VOZ y gritó: ¡Cabrones! les regalamos el minuto que falta para que disparen”.
Solo tenemos dos alternativas para erradicar esta enfermedad, o continuamos en este letargo que nos marchita la conciencia y la dignidad o por el contrario, asumimos la misma postura de José Arcadio Segundo, llenándonos de valor y por primera vez en las vidas de estas generaciones, seamos capaces de levantarnos y decirles no más, aparatarnos de sus posturas, y luchar contra este gobierno que en el papel, pregona la justicia social, enarbola las banderas del progresismo y vende su propaganda de cambio, pero aplicando el que para muchos no es más que un discurso hipócrita y egocéntrico.
De querer curarnos de esta enfermedad de la peste que en los últimos años se ha acrecentado, no nos queda otro camino que apelar a ese espíritu valiente y rebelde que llevamos los magdalenenses en lo más recóndito de nuestro ser; pero sin lanzar una sola piedra, ni cubrirse la cara con un trapo o rayar una pared, sino la de rebeldizarnos con un grito de la razón motivada por la fuerza de la inteligencia y el corazón para oponernos a algo que a nuestro juicio consideramos no es correcto, que es injusto y que por tanto pueden haber otras alternativas capaces de satisfacer lo que el pueblo ha demandado por tantos años. Feliz día a los amantes de los libros, y les reitero mi recomendado: “Cien años de soledad” de nuestro gran Gabo.