María Fernanda Cabal, una fuerza política que no puede ignorarse.

En menos de una década, la senadora caleña ha pasado de ser una desconocida a convertirse en la mujer más votada al Senado y la primera en anunciar su candidatura presidencial para 2026. Su discurso sin filtros y su posicionamiento como antítesis del gobierno actual explican un fenómeno político que trasciende la simple polarización.

En agosto de 2024, María Fernanda Cabal se proclamó candidata presidencial del Centro Democrático para las elecciones de 2026. Lo hizo desde las escalinatas del Capitolio Nacional, portando una camiseta con el escudo de Colombia y una gorra con camuflado militar, símbolos que definen su estilo político. “Seré la candidata de mi partido y lo haré con todo orgullo representando a millones que claman orden y libertad”, declaró entonces, marcando el inicio formal de una carrera que muchos anticipaban.

El ascenso de Cabal en la política colombiana ha sido meteórico. En 2014, cuando el expresidente Álvaro Uribe le ofreció encabezar la lista a la Cámara de Representantes por Bogotá (puesto que primero había ofrecido a su esposo, el ganadero José Félix Lafaurie), nadie daba un peso por su candidatura. Era una completa desconocida para la opinión pública.

Sin embargo, contra todo pronóstico, su lista fue la más votada. Cuatro años después, en 2018, dio el salto al Senado con 38 mil votos. Para 2022, su capital político se había quintuplicado: obtuvo más de 207 mil votos, convirtiéndose en la mujer más votada al Senado de la República. Este crecimiento exponencial no es casual ni fortuito; responde a una estrategia política calculada que ha sabido capitalizar el descontento de ciertos sectores y convertirlo en respaldo electoral.

¿Qué explica este fenómeno? En primer lugar, Cabal ha construido una identidad política definida y reconocible. A diferencia de otros políticos que modulan su discurso según las circunstancias, ella ha optado por la confrontación directa y sin matices. Su estilo bronco y provocador genera titulares constantes: desde negar el cambio climático hasta afirmar que las humanidades crean “fanáticos con ideas estúpidas”, pasando por su célebre mensaje cuando falleció Gabriel García Márquez, a quien mandó “al infierno” por su amistad con Fidel Castro.

Este discurso sin filtros, que muchos considerarían suicida en términos políticos, ha resultado extraordinariamente efectivo en un contexto donde la autenticidad (o su apariencia) se valora por encima de la corrección política. Como ella misma reconoce: “La filosofía de la senadora es que la vida es demasiado corta para tomársela tan en serio, por eso las críticas le dan igual”.

El segundo factor que explica su ascenso es el momento político que vive Colombia. Con una desaprobación del presidente Gustavo Petro que alcanzaba el 64% según encuestas de finales de 2023, Cabal ha sabido posicionarse como la antítesis del gobierno actual. “Hoy la campaña se va a dividir entre petrismo y antipetrismo. Ya no hay antiuribismo, eso se desvaneció”, declaró recientemente. Esta transición del antiuribismo al antipetrismo ha revitalizado al Centro Democrático, partido que parecía debilitado tras el gobierno de Iván Duque.

“El Centro Democrático ya no es un partido dejado de lado como en 2022, sino uno que vuelve a ser relevante, al punto en que los aspirantes buscan su aval”, afirma Cabal, consciente de que su partido recupera protagonismo en la oposición. Un tercer elemento que no puede ignorarse es su condición de mujer en un escenario político tradicionalmente dominado por hombres.

Cabal ha logrado lo que pocas mujeres en la política colombiana: apropiarse de un discurso tradicionalmente masculino (autoridad, mano dura, defensa de las fuerzas armadas) sin suavizarlo para adaptarse a expectativas de género. Su matrimonio con José Félix Lafaurie, presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos, podría haberla relegado al papel secundario de “esposa de”, pero ha conseguido forjar una identidad política propia tan definida que hoy es considerada por muchos como la heredera natural del uribismo. No es casual que ella misma pronostique que “2026 será una batalla entre mujeres”, anticipando un escenario donde las candidatas femeninas tendrán protagonismo.

El camino hacia 2026 no está exento de obstáculos. Dentro de su propio partido, deberá superar el proceso de selección que en 2022 favoreció a Óscar Iván Zuluaga, dejándola fuera de la contienda presidencial. En el espectro más amplio de la oposición, deberá posicionarse frente a figuras como Germán Vargas Lleras, quien ya ha hecho llamados a la unidad. Cabal ha sido clara respecto a estos desafíos: “No podemos anticiparnos porque eso tiene un costo muy alto en una opinión pública hipersensible. Tarde o temprano, nos encontraremos con otros sectores, pero no es momento de matrimonios tempranos”.

El fenómeno Cabal representa algo más que el ascenso de una política controversial. Es el síntoma de un país polarizado donde los discursos moderados pierden terreno frente a posiciones más radicales y definidas. En un escenario donde, según sus propias palabras, “no habrá cabida para el centro”, su crecimiento electoral refleja la búsqueda de certezas en tiempos de incertidumbre. Si este fenómeno será suficiente para llevarla a la presidencia en 2026 es algo que solo el tiempo dirá, pero lo cierto es que María Fernanda Cabal ya no es una desconocida en la política colombiana. Es una fuerza que no puede ignorarse

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