La institucionalidad presidencial colombiana está fracturada internamente por boquetes en los 3 pilares claves de relación con la ciudadanía: la Confianza, la Gobernabilidad y la Dignidad, ante un liderazgo ajeno a la realidad e individualista que ha llevado a perder el control de la ejecución y caer en el descuido que acrecienta la corrupción, una agenda paralela que no prioriza el bienestar colectivo y una ideologización nociva que ha conducido al uso de recursos y capacidad estatal en temas sin impacto real.
Casi 26 meses después de haberse iniciado el gobierno de Gustavo Petro, las 4 principales encuestadoras del país ubican su aprobación entre el 26 y el 30% una cifra cuya notoriedad no es tan preocupante como el enorme deterioro que ha tenido la figura Presidencial, el gobierno nacional y la institucionalidad en su conjunto, aspectos que en el imaginario colectivo están metidos para el ciudadano común y silvestre en una misma bolsa: Los políticos y su reputación.
El desgaste del gobierno Petro es un fenómeno previsible en materia de aritmética pública luego de 26 meses en el poder y al revisar los últimos tres períodos presidenciales, donde se ven cifras con asimetría en un desgaste natural, sin embargo es claro que Gustavo Petro ha marcado un estilo que no solo lo desgasta a él como marca política, sino a la totalidad de su equipo de trabajo, servidores públicos, ministros copartidarios e incluso a alcaldes, gobernadores, concejales, diputados y congresistas que no hayan sabido desmarcarse desde la imagen y contrarrestar desde la acción política.
Las heridas en la institucionalidad presidencial tienen nombre propio: Confianza, Gobernabilidad y Dignidad.
Herida de Confianza
Según las cifras de Invamer y CNC septiembre de 2024, un alto porcentaje del pueblo colombiano no confía en que se vaya a materializar la principal promesa de campaña: el cambio. Y aunque la narrativa gubernamental apunta ahora a la ocupación del terreno de la víctima a la que no dejaron hacer nada, las cifras y los temas del metro cuadrado del ciudadano hablan de un descuido que lleva a la desconfianza en un gobierno que se vendió como eficiente, eficaz y de profunda transformación. A esto se suman las constantes contradicciones del presidente, sus ministros y la bancada del Pacto Histórico en temas como la austeridad, el manejo de la salud, alto costo de vida, incremento de la inseguridad en el país y un nivel de ejecución inferior al 13% como lo reflejan las propias cifras del Gobierno.
Herida de Gobernabilidad
La gobernabilidad, esa capacidad de maniobra de quien gobierna y que no es otra cosa que un capital político que se debe invertir bien, con los tiempos adecuados, acertada comunicación y habilidad negociadora, fue tirado a la basura en el primer año ( la luna de miel) por Gustavo Petro, quien pasó de tener una aplanadora en el Congreso, el respaldo de varios partidos, reuniones conciliadoras con Uribe e incluso un margen de confianza en la opinión pública a un tercer y cuarto año donde el Congreso tampoco le va a marchar, los partidos lo quieren lejos, ni siquiera ha podido generar consensos en el Pacto y los acuerdos como el reciente con los camioneros los terminan arreglando sus ministros antes de que con un trino o una fallida alocución, el presidente actúe como un mal negociador y deteriore un arreglo urgente.
Herida de Dignidad
Y sobre la dignidad del cargo hay que mencionar variables que son claves en términos de estrategia política y que lastiman la transparencia que debe caracterizar ese ecosistema en la sensibilidad de los ciudadanos: el manejo del entorno familiar y la vida privada del presidente – por su propia decisión- se ha convertido en noticia nacional e internacional. Temas como la supuesta coima de narcos a su hijo para usar en campaña, los paseos con otra mujer y su condición sexual que el mismo presidente menciona en su cuenta de X, el presupuesto de viajes de la primera dama Verónica Alcocer sin rédito alguno para el país, el desconocimiento de la agenda pública (si es que la hay) y el estado real de salud del primer mandatario; hacen que ese necesario vínculo desde la transparencia con el ciudadano, haga que el humor colectivo sin partido e ideología, empiezan a pulular los chistes, memes y comentarios que involucran a la figura presidencial y que ante la duda reputacional, siempre haya una respuesta en el imaginario social que desfavorece no solo al presidente sino a la dignidad del cargo que hoy ostenta.
No se trata de un gobierno moderno, innovador o con otro estilo, bien podría serlo con más orden, criterio e imaginación y adaptarse a nuevas tendencias donde los palacios, tapetes rojos, exceso de protocolo monárquico y demás siguen evolucionando para bien; con Petro se trata es de muchos vacíos que la opinión pública califica mal, se trata de la construcción de lo que en técnica de gestión del riesgo reputacional llamamos colchón de imagen y en eso el presidente Petro claramente carece de una estrategia y en su trabajo y el del gobierno siguen reinando la improvisación mientras sangra en hemorragias la institucionalidad, con graves riesgos para el Estado Social de Derecho y la estabilidad nacional.