Como abogado de pensamiento de derecha, observo con decepción cómo los círculos de poder de este espectro político, en lugar de construir una estrategia coherente y moderna, pierden el tiempo en conversaciones carentes de trascendencia, embadurnados de chisme como si el rumor fuera placer personal y no una hipótesis plausible de una estrategia real. La derecha magdalenense necesita menos tertulias de café y más planificación de guerra política.
Y es que, mientras se entretienen con minucias, el Magdalena se cae a pedazos. Desde su fundación (04 de agosto de 1886) , nuestro departamento —cuna de historia, de puertos, de café, de cultura— es hoy uno de los más rezagados del país.
Según el DANE (2024), más del 48% de la población vive en pobreza, el desempleo rural supera el 15%, y solo 3 de cada 10 jóvenes acceden a educación superior. El atraso institucional y económico es tan hondo, que hasta los municipios más pequeños del Caribe nos superan en inversión y planeación.
Mientras tanto, el panorama político parece un chiste cruel. El Magdalena hoy se disputa entre la derecha, la izquierda y un payaso.
Un payaso que, en la mínima posibilidad de entrar al Palacio Tayrona, no se convertirá en rey por sentarse en el trono; el palacio se convertirá en circo apenas pise la primera baldosa.
Y aunque hay hipótesis sobre su reciente movimiento político, todo indica que renunció al Concejo para sacarle el quite a una segura suspensión de la Procuraduría por sus constantes burradas y pataletas. Se comenta también que el Napoleoncito de Aracataca le ofreció lo que le quedaba de sueldo en el Concejo —y un poco más— para tratar de llevarse los votos de opinión que unas atípicas pueden entregar. Otros dicen que un perverso diablillo lo emocionó, como quien incita a un pincher a enfrentarse a un rottweiler, solo por el placer de ponerle comedia a la elección. Y hay quien jura que comparte tratamiento de desintoxicación con el presidente, lo que explicaría tanta efervescencia.
Del otro lado, la izquierda se debate entre un disidente que arrastra apoyos importantes y simpatías transversales, pero que al final representa la visión nacional del nefando presidente, y otro (u otra) candidato de una izquierda de parcela, recalcitrante y corrupta, que ya sabemos no tiene límites a la hora de delinquir para obtener lo que quiere.
¿Y la derecha? Bien, gracias. Hasta el momento no ha saltado nadie creíble, con el suficiente portento para aglutinar a las tribus y unificar la estrategia en un solo personaje.
El que muchos piden y al que ya le tocan la puerta aún deshoja margaritas en el 705, donde sus diablillos, esos si de razón profunda, ese gavilán de vuelo furtivo y el clérigo, están a punto de lanzarlo a consta de su propia voluntad, así sea por el balcón.
Y si bien no es precisamente un joven, yo que lo he visto en el fulgor de un debate que lo emociona, puedo decir sin ambages que ese tipo tiene las gónadas bien puestas y el arrojo de un gallo fino que, si se decide, mata y se come los guineos biches con el que sea. Mezcla la profundidad de un estratega con la agilidad de un gladiador, con la rara virtud de pensar y golpear al mismo tiempo. Pero debe decidir si quiere presentarse en la arena, o si prefiere seguir en la parsimonia del club, viendo cómo el departamento se nos hunde.
La derecha social —esa que recoge desde el uribismo hasta el liberalismo que aún conserva sentido de patria— no puede seguir siendo una suma de egos dispersos ni un rosario de empresarios temerosos. O despierta, o se resigna a que el Magdalena sea una finca más del populismo y la bufonada.
PDTA: Ya se sabe que la encargada, el subgobernador y el gobernador de facto —ese que pide prima nocta— andan ofreciendo a los alcaldes municipales convenios interadministrativos para amarrar su apoyo político en las atípicas. Pero cuidado, no se dejen estafar: entra la Ley de Garantías. Les están aplicando el viejo adagio de “prometer para meter, y después de haber metido, olvidar lo prometido”. Y después de metido, llegan la Procuraduría, la Fiscalía y otros ciudadanos preocupados…
Por Ariel Quiroga Vides.