Santa Marta celebró sus 500 años con entusiasmo, bombos y platillos. La ciudad entera se llenó de orgullo por su historia, su presente y guardan la esperanza de un mejor futuro. La serenata presidida por Carlos Vives fue prueba viva del amor que sienten los samarios por su ciudad.
Pero, entre tanto festejo, algo quedó claro: Santa Marta sigue desconectada del resto del Magdalena.
Resulta incomprensible que este momento —tan simbólico, tan único— no se haya aprovechado para reparar la desconexión cultural entre la capital del Magdalena y sus subregiones. Era el momento perfecto para unir al departamento en torno a esta fecha tan importante. ¿Por qué no se pensó una ruta de los 500 años que incluyera a los municipios? ¿Por qué no se aprovechó para que la capital abrazara a la provincia?
Algunos dirán que Santa Marta no tiene ninguna obligación con los demás pueblos. Pero lo cierto es que esa desconexión nos ha hecho daño a todos. El Magdalena no ha podido avanzar porque sencillamente no hay algo que nos identifique y nos motive a luchar por un mejor futuro. La capital va por su lado, y la provincia por el suyo.
Es más: ni siquiera nosotros, los magdalenenses, conocemos bien nuestro himno. Cuando suena “Magdalena, tierra prometida”, pocos saben cómo sigue. Eso dice mucho. Porque sin identidad no hay sentido de pertenencia, y sin sentido de pertenencia no hay desarrollo.
En eso, departamentos como el Cesar nos llevan ventaja. Desde su capital, han hecho la tarea de promover el orgullo regional. Hoy, en la mayoría de sus municipios, se sienten parte del viejo Valle y ven en Valledupar el epicentro de sus sueños y su economía.
Lo digo con respeto. Estudié en Santa Marta, me enamoré de esta ciudad cautivadora, pero me encontré con personas que no sabían dónde quedaban San Ángel, Remolino, Zapayán. No porque sean ignorantes, sino porque la dirigencia no les ha hablado de estos pueblos salvo en épocas electorales. Y eso duele.
Perdimos una oportunidad de oro para unir al Magdalena desde la cultura, la historia y los territorios. Pero claro: con un alcalde que no reconoce al gobernador, y un gobernador que no reconoce al alcalde, ¿cómo íbamos a lograrlo?
Tal vez dentro de 500 años nos volvamos a reunir. Ojalá que para entonces, por fin, lo hagamos todos.