Santa Marta: cinco siglos de historia

Cinco siglos han pasado desde que Rodrigo de Bastidas, navegante visionario y adelantado de la Corona, fundó a orillas del mar esta joya costera, bautizándola Santa Marta, en honor a la santa del día. Lo que entonces fue refugio de navegantes, puerta del Nuevo Mundo y testigo silente del encuentro, es hoy una ciudad que respira historia y late con el alma de su gente.

Santa Marta no es solo geografía. Es memoria viva. Es la Sierra Nevada tocando el cielo, sagrada para los pueblos que la cuidan como corazón del mundo. Es el sol que se funde en las playas de Taganga, el salitre eterno del puerto, la brisa que mece los manglares de la Ciénaga Grande. Es el eco de los tambores que anuncian fiesta, resistencia y esperanza.

Esta ciudad ha sido cuna y destino. Aquí descansan los restos de ‘El Libertador Simón Bolívar’, y casa de hombres y mujeres que han llenado de orgullo al país. De las letras inspiradoras de David Sánchez Juliao sobre el gran Caribe, al arte sensible de Alejandro Obregón. Aquí se forjó el talento de figuras como Carlos Vives, quien nos enseñó que el vallenato también se baila con pop y poesía; de “el Tigre” Falcao García, quien llevó la bandera tricolor con garra samaria a las grandes canchas del mundo; y del “Pibe” Valderrama, ícono eterno del fútbol colombiano. También desde esta tierra han surgido líderes que hoy dejan huella en el ámbito internacional, como Sergio Díaz-Granados, presidente ejecutivo de la CAF; y Carmen Caballero, presidenta de ProColombia.

Pero más allá de los nombres, Santa Marta es su gente. La que madruga al mercado con la frescura de la fruta y la fuerza del trabajo honesto. La que se saluda en la calle con ese acento que mezcla dulzura y mar. La que ríe, la que lucha, la que canta. Es el pescador que conversa con el horizonte, la artesana que teje con hilos de historia, la docente que forma con pasión.

Cumplir 500 años no es cualquier cifra. Es una marca en el alma. Es una pausa en el tiempo para mirarnos con orgullo, para agradecer el legado recibido y renovar el pacto con la ciudad que nos ha dado nombre, abrigo e identidad. Santa Marta es mestiza, profunda, resiliente. Ha visto pasar imperios, tormentas, cambios y silencios, pero siempre ha sabido renacer, como la espuma en la orilla, como el manglar que reverdece.

Hoy, desde el corazón del Magdalena, celebramos este medio milenio no solo con memoria, sino con compromiso. Que los próximos 500 años nos encuentren más unidos, más conscientes de lo que somos y más decididos a honrar con acciones lo que esta tierra significa.

Porque Santa Marta no envejece: se eterniza en su esencia.

Scroll al inicio