Aún no hemos despedido al fenómeno de El Niño y tampoco conocido la totalidad de sus terribles efectos, y ya se empieza a asomar una Niña plagada de incertidumbres, que a todo galope amenaza en romper récords con sequías y lluvias alternas por encima de lo normal. Las preocupaciones alimentadas por la falta de medidas por parte del Gobierno Nacional y los Entes Territoriales para mitigar el impacto de esta nueva temporada de lluvias; la paquidermia actuación de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) y su grave crisis institucional debido a los conocidos hechos de corrupción, nos conduce a concluir que está será una temporada difícil. ¡Que Dios nos proteja!
Todo indica que el periodo de transición entre el fenómeno de El Niño y de La Niña, que generalmente se tarda unos cuantos meses, será más breve que en años anteriores. En Colombia, existe un 70% de probabilidad que La Niña se instale para el mes de julio, según los pronósticos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), que además señalan que para los meses de junio y julio, las precipitaciones podrían incrementarse entre un 10 y 30% respecto a los promedios históricos (1991 – 2020). Así las cosas, crece la preocupación de que este fenómeno de variabilidad climática alcance o supere las emergencias registradas en 2010 – 2011.
Recordemos que La Niña entre el 2010 y el 2011 le provocó pérdidas al país por 11.2 billones de pesos, el equivalente a 2% del Producto Interno Bruto, PIB, del país. Uno de los acontecimientos más graves fue la inundación del Sur del Atlántico, desastre del que aún no se reponen del todo, varios de los municipios. Con el proyecto del Canal del Dique en “Stand-By” por la solicitud de la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) de exigir una licencia ambiental, 19 municipios ribereños podrían padecer graves afectaciones en medio del intenso invierno que se avecina.
Los informes pronostican eventos atmosféricos fuertes, que dejan en alto riesgo zonas densamente pobladas y de intensa productividad agropecuaria, en departamentos como el Chocó, donde se han presentado grandes deslizamientos producto de las fuertes lluvias. No podemos cruzarnos de brazos y dejar que el fenómeno de La Niña nos coja con los pantalones abajo como sucedió en 2010, cuando el evento climático generó muertes, millares de damnificados y la destrucción de poblaciones enteras cuyos habitantes perdieron casas, cultivos y animales, entre otros bienes.
De allí la importancia que el Ejecutivo, Gobernadores y Alcaldes, así como todas las autoridades e integrantes de la red de atención y prevención, se declaren en alerta permanente y adopten todas las medidas de rigor para evitar caer en un abismo sin fondo. Es urgente reforzar la vigilancia en áreas inestables y de alta vulnerabilidad frente a los vientos y fuertes lluvias, así como también acompañar con mayor énfasis a los entes territoriales en la tarea de prevenir y activar los planes de contingencia.