La celebración de los 500 años de Santa Marta nos debería invitar al orgullo, al homenaje y al compromiso. Pero en vez de alegría, lo que predomina en los barrios y comunidades es el miedo. Miedo a salir, miedo a hablar, miedo a ser la próxima víctima.
Y eso tiene una razón: Santa Marta hoy es una ciudad sitiada por la inseguridad. El problema no es nuevo, pero sí es más profundo. No solo se percibe la violencia, se vive. Homicidios, hurtos, extorsiones, sicariato, reclutamiento, microtráfico, desplazamientos silenciosos. Una mezcla compleja que, lejos de disminuir, se encona.
Y ante esto, la respuesta institucional ha sido insuficiente a lo largo de varios años.
Un problema que no da espera
No es fácil gobernar en medio de un país en crisis de seguridad. Lo sabemos. Pero es justamente en estas circunstancias donde se mide el liderazgo.
Por eso, en esta primera entrega de dos artículos dedicados a la seguridad, queremos desde 500+1 dejar un mensaje firme pero justo: la ciudad no puede seguir sola ni resignada.
Es cierto que el gobierno nacional ha intentado impulsar un nuevo enfoque de paz total, y que el alcalde ha manifestado su voluntad de respaldar ese propósito. Pero mientras no se traduzca en acciones concretas, verificables y eficaces en los territorios, el esfuerzo corre el riesgo de quedarse en el papel.
Entre el 14 de junio y el 11 de julio de este año, se registraron 12 homicidios en Santa Marta. Mientras se escriben estas líneas, una mujer ha sido víctima de un atentado sicarial en Gaira. ¿Podemos seguir hablando de cese de violencia mientras la realidad contradice los anuncios?
Corresponsabilidad, no culpables
No buscamos culpables, sino responsables con voluntad de actuar. Reconocemos en la Consejería de Paz del Distrito de Santa Marta, una voluntad permanente en disponerse con propuestas permanentes al diálogo con un panorama claro sobre las rutas a seguir, y en otros actores institucionales, como la defensoría del pueblo, la MAPP OEA, esfuerzos genuinos por avanzar. Por lo anterior, es imperioso que el Consejo Territorial de Paz, Reconciliación y Convivencia —del cual hago parte como representante de la sociedad civil—logre consolidar su gobernanza, defina un plan de trabajo, active líneas estratégicas y dinamice las secretarias por temáticas.
Sin estrategias ni estructuras claras, no se puede orientar ni exigir a las entidades distritales resultados concretos. El llamado, entonces, es a acelerar la definición de responsabilidades dentro del CTP y dotarlo de una hoja de ruta con mecanismos de evaluación, articulación con la institucionalidad y legitimidad social, par que desde este espacio se busque alternativas y se eleven exigencias.
Alcalde, es momento de determinación
Reconozco la voluntad del Alcalde Carlos Pinedo para trabajar de la mano con el gobierno nacional. Pero como primera autoridad de policía del Distrito, también debe asumir un rol más decidido. La seguridad no se delega. La seguridad se lidera.
Santa Marta requiere que usted convoque a la institucionalidad, escuche a las comunidades, fortalezca la presencia territorial del Estado, y exija —sí, con firmeza— el respaldo del gobierno nacional que el tamaño del problema amerita.
La delincuencia común no es menor
En esta discusión, no se puede seguir mirando solo a las estructuras armadas. La delincuencia común está detrás de buena parte de las muertes, del miedo y del deterioro social en Santa Marta.
Zonas deprimidas, barrios en la informalidad absoluta, cerros sin servicios ni Estado, donde la desigualdad y el abandono alimentan el delito como alternativa.
Santa Marta necesita una estrategia integral. No solo pie de fuerza. También inteligencia, intervención social, planificación urbana y justicia cercana.
Una ciudad que no quiere resignarse
Desde la serie “500+1: el comienzo hacia una nueva ciudad”, esta es la primera de dos entregas dedicadas al tema de seguridad.
No escribo desde el oportunismo. Lo hago desde la convicción de que Santa Marta merece vivir sin miedo, con justicia, con dignidad, con futuro.
La paz no se decreta. Se construye. La seguridad no se improvisa. Se planifica. Y el miedo no se normaliza. Se enfrenta.
En la próxima entrega: soluciones y propuestas concretas para transformar la seguridad en Santa Marta. No solo diagnósticos. Caminos. Compromisos. Porque 500 años de historia nos dieron experiencia, pero el +1 debe darnos respuestas y esperanza.