El sur, siempre el sur del Atlántico, sufre los estragos del clima, ya sea por la abundancia de agua, cuando llega el tan temido Fenómeno de La Niña, o escasez por ‘El Niño’, como está ocurriendo en la actualidad.
Lo cierto es que son situaciones previsibles, pues desde el año pasado se ha venido hablando de los impactos que tendrá ‘El Niño’ en la economía, el medioambiente y la vida de las comunidades, tanto rurales como urbanas. Es ahí cuando me pregunto ¿por qué siempre nos toma de sorpresa si es una situación anunciada? ¿Dónde están las oficinas de prevención del riesgo?
Es inaudito que siempre, a última hora, estamos corriendo debido a que no se tomaron las acciones necesarias, tampoco se hicieron las obras, menos el trabajo de sensibilización con las comunidades y al final hay que ‘apagar incendios’ de manera improvisada.
En el Atlántico, especialmente en las poblaciones ribereñas, el panorama es desolador: las altas temperaturas, la disminución de las precipitaciones y la sequía prolongada han afectado significativamente a nuestro entorno.
El sector ganadero es el más afectado: los insumos por las nubes y la falta de soluciones, en cuanto al problema de escasez de agua, golpean duro. Es ahí cuando pienso en la falta hacen nuestros distritos de riego.
Las comunidades rurales en el Atlántico tienen sed y los animales están muriendo, en parte, por la falta de planeación. Los expertos nos han avisado: el cambio climático es una realidad, vendrán inviernos más intensos y sequías más prolongadas, como ocurrió con la inundación de 2010 que tuvo como actor principal al hoy gobernador Eduardo Verano de la Rosa.
Celebro que el Gobernador se haya puesto al frente de la situación, especialmente por la gente de Campo de la Cruz y el corregimiento de Bohórquez. Eso sí, se necesita actuar con celeridad porque hay una preocupación evidente, sin duda.
Este escenario nos exige un llamado a la acción. No podemos cerrar los ojos ante la realidad de un clima cambiante que afecta directamente a nuestra calidad de vida y al sustento de muchas familias en el Atlántico.
La decisión está en nuestras manos y en la capacidad de unirnos como comunidad frente a este desafío. Yo me sumo a esta tarea y desde la Asamblea haré todo por llegar a un futuro en el que la planeación sea la base para afrontar los efectos del cambio climático.