“Es la economía, estúpido” fue una frase acuñada en la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, para recordar que el principal interés de los votantes en ese momento era la economía y su impacto en su calidad de vida. En esta columna retomo el espíritu de esa frase, en un momento en que todo el país empieza hablar de descentralización de cara al debate de lo que será la nueva ley de competencias, para recordar que el principal objetivo de esta reforma es el cierre de brechas sociales, económicas e institucionales entre los territorios.
La expresión cierre de brechas ha venido siendo usada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que define la brecha como la diferencia entre la situación actual en áreas del desarrollo como ingresos, salud, educación, pobreza entre otros y las necesidades que deben cubrirse en esas mismas áreas. En su informe denominado “Brechas estructurales en América Latina y el Caribe: una perspectiva conceptual-metodológica”, la CEPAL manifiesta que se puede definir una brecha como la dificultad para lograr el desarrollo en dos regiones seleccionados respecto de un mismo indicador, por tanto, una brecha implica desigualdad.
En Colombia, si bien la Constitución de 1991 en principio no hizo referencia expresa al cierre de brechas, el desarrollo jurisprudencial del principio de igualdad si ha tenido ese alcance. Por ejemplo, la Corte Constitucional en Sentencia C-044 de 2004 afirmó que el principio de igualdad debe tener expresión del designio de eliminar o reducir las condiciones de inequidad y marginación de las personas o los grupos sociales. Y en Sentencia T-386 del 2013 manifestó que las autoridades están obligadas, a promover la corrección de las desigualdades sociales de nuestro país, para así facilitar la inclusión y participación de los marginados y vulnerables en la vida económica y social de la nación.
No fue sino hasta la reforma constitucional introducida por el acto legislativo 4 de 2017, que se empezó a usar la expresión “cierre de brechas”. La referida norma adicionó al artículo 361 superior, la orientación de destinar los recursos del Sistema General de Regalías -SGR- al “cierre de brechas sociales, económicas e institucionales en las entidades territoriales.” Por lo que la ley 2056 de 2020 que reglamentó el SGR, desarrolló el concepto.
El Plan Nacional de Desarrollo “Colombia Potencia Mundial de la Vida” (ley 2294 del 2023) incluyó el cierre de brechas como eje trasversal, por lo que el Departamento Nacional de Planeación DNP en documento técnico Metodología de Cierre de Brechas, desarrolló el concepto de brecha territorial al considerando que representa la distancia entre el punto de partida de la entidad territorial y una meta realista a alcanzar.
Por su parte, la reciente reforma constitucional introducida con el acto legislativo 03 de 2024, que modificó el Sistema General de Participaciones -SGP- para incrementar la participación de las Entidades Territoriales en los Ingresos Corrientes de la Nación y llevarla al 39,5%, dispuso que el cierre de brechas es la finalidad del nuevo sistema que debe ser reglamentado por una ley de competencias, de la que hoy todo el país está hablando.
De acuerdo con este desarrollo normativo, el ordenamiento jurídico tiene establecido un mandato claro a las instituciones del poder público del país para buscar el cierre de brechas, que de acuerdo con el diagnóstico de la Misión de Descentralización tiene las siguientes dimensiones:
Brechas entre el centro andino con la periferia: El pentágono compuesto por Bogotá, Medellín-Antioquia, Cali-Valle del Cauca, Barranquilla-Atlántico y Bucaramanga-Santander concentra el 74%% del PIB (sin actividad extractiva), el 83% de la actividad industrial y el 82,4% del crédito. Sus ciudades capitales concentran el 65% de los ingresos propios municipales y sus departamentos el 63% de los ingresos propios departamentales, mientras que, en las regiones del Pacífico, la Amazonía, la Orinoquía y el Caribe (sin Barranquilla-Atlántico), se concentran los peores estándares de desarrollo y capacidades institucionales.
Brechas entre las ciudades capitales y municipios: la capital de los departamentos y sus áreas metropolitanas acumulan la mayoría de los factores productivos. Bogotá y su área metropolitana concentran el 92,17% del PIB de Cundinamarca, Medellín y el Valle de Aburrá el 65,59% de Antioquia, Barranquilla y el municipio de Soledad el 81,97% del Atlántico, Cali y su vecina Yumbo el 55,49% del Valle del Cauca y Bucaramanga, con Girón, Florida Blanca y Piedecuesta el 48,23% de Santander. Lo que genera, por ejemplo, que en Antioquia el municipio de Rionegro tenga en cobertura de acueducto de casi el 100%, mientras que en Vigía del Fuerte y Murindó es del 10%.
Aquellos territorios gobernados por entidades territoriales con capacidad técnica y económica importante, cercanos a los centros de poder, con economías de aglomeración crecientes y población concentrada, han salido ganadores del actual sistema, mientras que aquellos territorios alejados a los centros de toma de decisiones, con baja capacidad técnica, actividades económicas marcadas por la ruralidad dispersa, baja existencia de bienes públicos territoriales, grandes ecosistemas, alta población étnica y sin posibilidad de lograr economías de aglomeración, han quedado relegados.
Los resultados del actual modelo no han sido equitativos por lo que tenemos territorios ganadores y perdedores, conformando una geografía del desarrollo y el subdesarrollo, en la que el lugar en el que un colombiano nace determina si tendrá redes de acueducto y alcantarillado, carreteras, conectividad a internet, la calidad de su educación, el tipo de empleo y la posibilidad de acceder al crédito.
Ahora que el país va a debatir la nueva ley de competencias y que se pondrá de moda el tema de la descentralización y autonomía territorial, es una gran oportunidad para acordar un nuevo pacto social de equidad y saldar la histórica deuda con los territorios. Y en el debate, cuando alguien pierda el foco de lo que debe buscar el nuevo modelo hay que recordarle: Es el cierre de brechas, estúpido.