La izquierda va ganando la partida

En Colombia, el tablero político comienza a moverse con fuerza de cara a las próximas elecciones presidenciales. Los resultados de la consulta del Pacto Histórico, con más de 2,7 millones de votos, fue el detonante. Dichos resultados no solo ratificaron el liderazgo del progresismo, sino que marcaron el inicio de una reconfiguración profunda del orden político nacional.

El candidato Iván Cepeda alcanzó 1.540.391 votos, consolidándose como una figura de consenso dentro de la izquierda y proyectando al movimiento como la principal fuerza política en el horizonte de 2026.

La izquierda colombiana, por años fragmentada y marginada, hoy exhibe una combinación que la hace poderosa: unidad, narrativa y estrategia comunicacional. El Pacto Histórico entendió que el voto es comunicación, y que la emoción política es más fuerte que la ideología.

Supo activar su base territorial, conectar con los jóvenes y construir un relato de esperanza frente a una derecha agotada en su discurso del miedo.

Ahora, la construcción del Frente Amplio busca ampliar esa coalición con sectores sociales, ambientalistas y progresistas moderados. Aunque la izquierda también tiene candidatos marginales que buscan posicionarse dentro de esa estructura —figuras regionales que intentan entrar al debate con base territorial propia—, el movimiento logró instalar en la agenda nacional la idea de que el cambio sigue siendo posible y que es necesario consolidarlo políticamente.

Desde la óptica de la comunicación electoral, el progresismo ha hecho una tarea que la derecha no ha logrado replicar: transformar la consulta en un mensaje de victoria anticipada, generando la sensación de avance imparable. Esa percepción, más allá de las cifras, es la que define las tendencias electorales.

La derecha “descolocada”

Mientras tanto, en el otro extremo del espectro, la derecha política atraviesa una evidente crisis de liderazgo y de relato. Los expresidentes Álvaro Uribe Vélez y César Gaviria Trujillo —viejos símbolos del poder político tradicional— han salido a armar una nueva coalición que pretende detener el ascenso de la izquierda. Sin embargo, su problema no es de estrategia, sino de credibilidad y renovación.

Los nombres que circulan en ese intento de unidad no logran generar entusiasmo. María Fernanda Cabal no cuenta con el beneplácito total de Uribe, Paloma Valencia no despega más allá de su nicho conservador, Andrés Guerra, exgobernador de Antioquia, es un rostro ya conocido, pero sin conexión real con el nuevo electorado urbano y joven.

A ellos se suman figuras como Miguel Uribe Londoño, que intenta reencaucharse pisando el recuerdo político de su hijo Miguel Uribe Turbay, o los mediáticos Vicky Dávila y Abelardo de la Espriella, más presentes en redes sociales que en la realidad electoral.

El resultado es una derecha desorientada, sin liderazgo fuerte ni narrativa emocional que conecte con la ciudadanía. Intentan vender unidad cuando lo que hay es dispersión. Y, mientras la izquierda avanza con una agenda de futuro, la derecha continúa anclada en el pasado, sin capacidad de ofrecer una visión renovada del país.

Pinzón y el experimento del “centro artificial”

En medio de esa confusión, emerge el nombre de Juan Carlos Pinzón, exministro y hombre cercano al uribismo moderado, que cuenta con el aval de Ingrid Betancourt para intentar encabezar una eventual alianza entre sectores conservadores y de centro. Sin embargo, ese experimento luce más como un intento de contención que como una opción real de poder.

La ciudadanía, según las encuestas más recientes, prefiere un liderazgo coherente, con identidad definida y claridad de proyecto político, antes que las alianzas por conveniencia que no representan a nadie.

Desde el punto de vista de la comunicación estratégica, la izquierda va ganando la partida no solo por sus votos, sino por su capacidad de marcar agenda, generar conversación y construir sentido común. La derecha, en cambio, está jugando a la defensiva, sin narrativa, sin símbolos, y con candidatos que no despiertan emoción ni confianza.

Los resultados de la consulta demostraron que el progresismo ya no es un fenómeno coyuntural, sino una fuerza estructural que aprendió a organizarse, a comunicar y a movilizar. La derecha corre contra el tiempo, buscando un liderazgo que aún no encuentra, mientras la izquierda avanza hacia la consolidación del Frente Amplio, con una hoja de ruta clara y un discurso que conecta con la realidad social y económica del país.

La política, como la comunicación, no perdona la falta de relato. Hoy, la izquierda tiene uno; la derecha, todavía lo busca.

Scroll al inicio