MADURO, EL TIRANO

Y sí. Finalmente, Maduro se posesionó como presidente de Venezuela para los próximos seis años. Lo hizo en una ceremonia manchada de ilegitimidad que causó repudio a nivel mundial, y que recordó a las peores dictaduras que han azotado a América Latina, pues los únicos mandatarios que lo acompañaron fueron los también dictadores Miguel Díaz-Canel de Cuba y Daniel Ortega de Nicaragua, que llegó de manera inesperada, sorprendiendo a todos los asistentes.

Si nada extraño ocurre, y parece que no ocurrirá porque Maduro conserva el control de las fuerzas militares, su mandato se extenderá hasta 2031, marcando así una larga noche de más de 18 años de dictadura para el hermano pueblo venezolano.

Es entonces en esta situación donde uno se pone a pensar sobre qué tiene que ocurrir para que Venezuela salga de una dictadura que parece interminable, porque, así como tú, yo también creí que las elecciones del pasado 28 de julio eran la oportunidad perfecta para que Maduro cogiera sus maletas y entregase por fin el poder.

Entonces, ¿qué tiene que ocurrir? ¿una invasión estadounidense? ¿un proceso -otro- de negociación entre el oficialismo y la oposición? ¿una mediación de países latinoamericanos para el retorno de la democracia? Para mí la respuesta es clara. Es el pueblo. Es el pueblo venezolano el que tiene que salir en masa a las calles el tiempo que sea necesario, tomar las riendas de su destino y retornar a los caminos de la democracia.

Como están las cosas, no veo otro camino. Una invasión estadounidense parece muy poco probable y de por sí es poco deseable. Los gringos están muy ocupados con los acontecimientos internacionales que desafían su hegemonía, y que parecen indicar un nuevo orden internacional caracterizado por la multipolaridad.

Su atención está puesta en Ucrania, donde la administración Trump pretende acabar la guerra en máximo seis meses negociando con Putin, entre otras cosas, el ingreso de Ucrania a la OTAN a cambio del retiro de bases militares occidentales de países como Polonia y Rumania. También en Medio Oriente, donde el apoyo a Israel es incondicional ante el peor genocidio del siglo XXI contra la población palestina. Y también en el Asia Pacífico, donde Trump querrá hacer frente al verdadero desafiante de la hegemonía occidental, léase China, bajo una nueva política arancelaria. Incluso ha puesto el foco de sus declaraciones en aliados como Dinamarca, Canadá, México, Panamá y la Unión Europea, en el conocido pero aún sorpresivo juego de presiones característico de Trump.

Y es que el que crea que Estados Unidos moverá un dedo por simple amor a la democracia está equivocado. La administración Biden lo dejó muy claro cuando liberó a Alex Saab en 2023 y cuando renovó las licencias petroleras que permiten a empresas como Chevron operar de manera limitada en suelo venezolano, lo que ha dado un respiro económico a la dictadura, pues las exportaciones de crudo venezolano hacia Estados Unidos han aumentado de manera considerable. Queda por ver si la administración Trump, con Marco Rubio en la Secretaría de Estado, mantendrá esta línea o endurecerá las sanciones económicas.

Igualmente, un acuerdo derivado de un proceso de negociación entre oficialismo y oposición ha demostrado que tampoco funciona. El Acuerdo de Barbados sirvió para que Maduro legitimara unas elecciones fraudulentas y jugara con la esperanza de millones de venezolanos que ansían con volver a su país. Todo esto bajo la mirada de una oposición inoperante que contó con seis meses para planear qué ocurriría el 10 de enero, día en que vimos a un Maduro envalentonado, a un Edmundo sin fuerza haciendo un llamado a deshoras, a una María Corina enviando un mensaje corto desde la clandestinidad, y donde todas las esperanzas recayeron en conspiraciones sobre el clima y carteras azules propiciadas por Nayib Bukele. Todo un circo.

Quedaría la opción de la mediación, pero Colombia, Brasil y México, si bien expresaron una posición neutral y de no reconocimiento de las elecciones hasta que se presenten las actas, enviaron representantes diplomáticos a la posesión de Maduro, casi aceptando de manera implícita al dictador y generando un amplio rechazo.

Siendo así, queda el pueblo, el bravo pueblo venezolano.

PD: Sobre dictaduras en América Latina, te recomiendo leer La Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa, un relato estremecedor que cuenta la historia de la caída del dictador de República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo.

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