Santa Marta, La ciudad que ya no Sueña

Del tamaño de tus sueños son también tus esperanzas y a Santa Marta la han colocado a soñar tan pequeño, que tal vez eso explique que casi no tenga esperanzas. Y que sea tan fácil de engañar.

Los políticos de Bogotá prometen un metro sicodélico, los de Medellín con hacerla capital de su propio país federal y los de Barranquilla les prometen que desde su ventana se verá al mundo, mientras los de Santa Marta…. Santa Marta celebra la construcción de pequeños parquecitos barriales, carrotanques de agua o contratar la alimentación escolar para los niños con apenas 3 meses de retraso, obras comunes y corrientes como las que haría cualquier alcalde de cualquier pueblecito sin muchos recursos.

Pero la parafernalia si es grande y costosa, como los enormes titulares de prensa que difundía el entonces Gobernador Caicedo para informar que le había girado a los hospitales la plata que el gobierno le giraba para que le girase a los hospitales, un simple procedimiento de caja. Y aun así lo giraba atrasado o nunca les giró. O de sus fotos posando con los “mercados más grandes del mundo” para entregar en la pandemia. O el entonces Gobernador Cotes abriendo en Aracataca el grifo de un agua que más nunca volvió a llegar.

Y los samarios celebran esas “obritas” y le llaman “mega” a una costosa biblioteca que no es más que la de algún colegio de Bogotá, o “disneyworld criollo” a un parque común y corriente, o “vía de la Prosperidad” a una vía que nunca se terminó.

“Al menos ahora nos hacen más que los de antes” me dijo un taxista con un tono más de resignación que de orgullo, sin siquiera analizar que “el de ahora”, o sea Caicedo, lleva más tiempo gobernando que “los de antes”, muchos de los cuales aún estaban en el colegio mientras Caicedo ya era el alfil político del gobernador Caballero, otro de “los de antes” condenado por parapolítica, que siguió apoyando a Caicedo aún en esta última elección.

Santa Marta ni siquiera ha soñado sus vías. En eso pensamos cuando atravesamos Cartagena por el enorme deprimido de Crespo de 1 km con sus 14 hectáreas de zona verde y playa, o por los 5 kms de viaducto sobre la ciénaga La Virgen, hermosos. Valledupar ya trazó su tercera circunvalar que conectará el norte con el occidente hasta la nueva doble calzada a La Paz y ya construyeron una parte antes de que lleguen las casas. Mientras tanto Santa Marta aún celebra la embaldosada del separador de sus tres únicas y angostas avenidas, las mismas de hace 50 años.

En mi último ejercicio político quise tocar las fibras de los samarios, como manda el manual, recitando el sueño de una gran vía circunvalar entre Bonda y la alterna por los cerros hacia la doble calzada y el centro para solucionar el embudo del once de noviembre y colocarle un tope a las incontenibles invasiones. Y hasta osé proponer el desvío del Ziruma por el contorno de la playa Inca, para polemizar con los ambientalistas.

Pero el efecto fue nulo, parecían haber escuchado una película de otra ciudad distinta a Santa Marta. Tal vez me faltó emoción dirán algunos, aunque los periodistas no me preguntaron al menos cuánto costaría ese “sueño” o por qué el Plan de Ordenamiento Territorial, el manual de sueños de Santa Marta, tampoco lo contemplaba.

Ni los taxistas samarios polemizan sobre grandes obras viales para su ciudad, como hacen los de Barranquilla; no sueñan pues el único sueño que han escuchado estos veinticinco años es “acabar con los clanes”, o cuentos de auto atentados para alimentar discursos de odio y victimización mediática. O sueños pequeños que no opaquen la imagen del “líder”.

“Cómo matar los sueños y hacerse elegir” puede ser el título de la exitosa táctica del engaño mediático implementado por el caicedismo y otros políticos en Santa Marta y el Magdalena en estos 25 años, además muy costosa para nuestros recursos públicos. Las mentiras y no los sueños como alimento del discurso político. El problema es que aquellos que venden sueños están progresando mientras Santa Marta sigue decayendo.

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