La espada de Bolívar

Los dictadores y quienes se aferran al poder siempre buscan un enemigo a quien atacar. Pero también se agarran de un símbolo para darle a sus seguidores una razón para seguirlos. En el caso de Petro, su enemigo es la oligarquía colombiana. Como buen líder de izquierda, sabe que el mejor combustible político es echarle el pueblo encima a quienes han hecho riqueza. Pambelé sabía que había más pobres que ricos, y Petro también. Lo impresionante es cómo mueve a las masas con un lenguaje vulgar , excremental y emocional. Porque si de hablar se trata, Petro es brillante. Lástima que como ejecutor y administrador sea todo lo contrario. Siempre evadiendo respuestas a preguntas incomodas con un discurso verborreico.

Para Gustavo Petro, al igual que lo fue para Hugo Chávez, mostrar la espada de Bolívar no es un acto simbólico cualquiera: es una señal de guerra, de lucha hasta el final. Es decirle al país que llegó al poder para quedarse. Y si tienen dudas, solo es mirar Venezuela como empezó todo.

La Constitución de 1991 dejó claro que Colombia es un Estado Social de Derecho con separación de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Hoy, el Ejecutivo está en manos del primer gobierno de izquierda, liderado por Petro. El Legislativo está conformado por fuerzas políticas diversas, y el Judicial, encargado de que se cumpla la ley. Pero aquí viene el problema: algunos gobiernos, incluido el actual, quieren que el Congreso funcione como una notaría, firmando lo que se les ponga en frente. Para eso reparten puestos, contratos, y claro, corrupción. Mermelada, le dicen.

Cuando el Congreso no se deja comprar o simplemente no aprueba lo que el gobierno quiere, entonces es “traidor al pueblo”. Eso le está pasando a Petro. Ni con Benedetti ha logrado mover el Senado como lo hizo con la Cámara.  ¿Y qué hace? Le suelta el pueblo a los congresistas, los insulta, los llama “HP” si no votan sus reformas. Les dice a los ciudadanos que pidan lo que no tienen, aunque no haya con qué darlo. Porque, claro, ¿quién no quiere mejores condiciones laborales? Pero las leyes no se hacen con deseos. Se hacen con números. Todos queremos mejores condiciones, pero no a costa de quebrar al pequeño y mediano empresario. Y eso es lo que Petro —alias “Aureliano” en su época de guerrillero— no entiende ni le importa. Su discurso suena bonito, pero está lleno de vacíos legales, económicos y de realidad.

Hoy, solo en el poder, Petro se abraza a la espada de Bolívar como si con eso pudiera convencernos de que su causa es la del Libertador. Lo mismo decía Chávez en Venezuela… hasta que la hundió. Petro ya no está con los mismos aliados. Hoy lo acompañan Benedetti y una versión criolla de Delcy Rodríguez.  El 1 de mayo empuñó la espada y dijo: “No tengo más que un corazón para amarlos y una espada para defenderlos”. Palabras rimbombantes para justificar el fracaso. Y sí, cada vez se parece más a Chávez, ese que dejó en ruinas a su país y puso a un chofer de metro como presidente. Petro, si sigue así, nos dejará a un escritor de narconovelas como sucesor y un país hecho trizas, con su falsa “paz total” y tres años de desgobierno. Ojalá esto termine pronto, y no en manos de los extremos que tanto daño le han hecho a Colombia. No mas extrema derecha ni mucho menos la extrema izquierda.

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