En la antigüedad solía decirse que “todos los caminos conducen a Roma” para destacar la posición de centro del mundo de la Capital del imperio más grande que la humanidad había visto hasta entonces. Se dice que del monumento Milliarium Aureum, construido en el año 20 a.C. por el emperador Augusto, se marcaba el punto de arranque de todas las carreteras europeas.
De la misma manera, siglos después el imperio británico tomó el sistema de coordenadas creadas por el científico griego Eratóstenes, para establecer que el meridiano cero, es decir el centro del mundo, era el que pasaba por Londres (Greenwich es un barrio de esa ciudad). A partir de esa referencia, se crearon los conceptos de medio oriente (suroeste de Asia y noreste de África) y lejano oriente (Asia Oriental) partiendo de su distancia con respecto a Londres, el centro del mundo.
Con la misma lógica, los europeos establecieron que el extremo del planeta en el que se encontraban era el norte, estando arriba del mapa, y lo que estaba por debajo era el sur, sin que haya ninguna razón física para que ese lado sea el norte y el otro el sur. La razón que si cuenta es la psicológica, toda vez que la idea de norte siempre se asocia con lo bueno y lo mejor, la referencia de lo que hay que aspirar. Esto llevó a crear el concepto geopolítico de “Sur Global” (África, Medio Oriente, América Latina y el Caribe y parte de Asia) para hacer referencia al mundo subdesarrollado.
En el siglo XX, el centro del mundo se trasladó a New York, la llamada la “capital del mundo” por albergar la bolsa de valores más grande del planeta, es decir, ser el corazón financiero del mundo y no por casualidad ser la sede de la Organización de Naciones Unidas ONU. EEUU ganador de la Segunda Guerra Mundial, se impuso en el Acuerdo de Bretton Woods para que el dólar sea la moneda mundial. Así, el mundo producía y exportaba a EEUU y éste pagaba con sus papeles verdes, los cuales regresaban a Wall Street en forma de capital financiero y de ahí volvían para especular por todo el globo. Todos los caminos (las inversiones) conducían a New York.
Pero como lo único constante en la historia es el cambio, en el presente el centro del mundo se está moviendo. Como dijo el analista Parag Khanna: “En el siglo XIX el mundo se europeizó, en el XX se americanizó y en el XXI se asiatizará”. El mundo evidencia un claro liderazgo de oriente, hacia donde parece estar desplazándose el centro de poder mundial. El filósofo alemán Oswald Spengler en su obra “La Decadencia de Occidente” afirmó que la comparación es la ventura del pensamiento histórico al relacionar a Napoleón con Carlomagdno, a Cartago con Inglaterra, a los jacobinos con los romanos, a la Florencia del renacimiento con la Atenas antigua, a Cristo con Buda o al socialismo moderno con el cristianismo primitivo, advirtiendo que las edades, épocas, situaciones y personas se repiten. Y es inevitable no comparar a la China de hoy con la Inglaterra del siglo XIX y con los EEUU del siglo XX.
Por ello, no debe de dejarse de lado lo vivido el fin de semana el continente asiático, en Tianjin, esa misma ciudad donde en 1858, las potencias occidentales (Inglaterra y Francia) finalizada la guerra del opio, impusieron a China el libre comercio de esta droga y la cesión de puertos marítimos, arrebatándole a Hong Kong, lo que los chinos llaman “el siglo de la humillación”. En la referida ciudad portuaria, el pasado domingo ocurrió lo impensable y que solo pudo ser logrado por un hombre como Donald Trump: Se reunieron en territorio chino Xi Jinping con Narendra Modi, los presidentes de China e India respectivamente en la cumbre de La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), a la que también asistió el presidente ruso Vladimir Putin y dirigentes de cerca de 20 países euroasiáticos.
La OCS es el acuerdo regional más grande del mundo por ser un bloque que congrega más del 40% de la población mundial, sus estados miembros controlan una quinta parte de las reservas mundiales de petróleo, el 45 % del gas natural y la gran mayoría de minerales de tierras raras. Así, lo que muchos ven como un simple encuentro de mandatarios que se suma a las innumerables cumbres en el mundo, hay que mirarlo con perspectiva histórica de la consolidación de Asia como el centro de poder del nuevo orden mundial.
India, la llamada democracia más grande del mundo, por ser el país con la mayor población del planeta (1.454 millones de habitantes aproximadamente) y la recién convertida en cuarta economía mundial (según el FMI para 2025 su PIB será de 4.1 billones de dólares, superando a Japon) ha sido un aliado estratégico de EEUU por décadas y el contrapeso a China en la región, con quien se disputa el liderazgo del “sur global”. Las dos naciones vecinas, con las mayores poblaciones del mundo, han tenido relaciones marcadas por la rivalidad y la desconfianza. Rivales estratégicos, vecinos importantes y socios de cooperación necesaria. La relación siempre ha fluctuado entre la cooperación, la competencia y la confrontación.
Sin embargo, ante la embestida del águila americana, el elefante le ha tocado abrazar al dragón, no por amor sino por pragmatismo. Pekín a calificado a Estados Unidos de “tirano” por el uso de aranceles contra Nueva Delhi y ha enfatizado que China mantendrá firme el apoyo a la India para defender el sistema multilateral de comercio. Han desplegado la alfombra roja para los indios. ¡Los comunistas defendiendo el libre comercio mundial! Es lo que Xi Jinping ha llamado “socialismo con características chinas”, que ha sido tan exitoso que la principal potencia capitalista del mundo está imitando al extender cada vez más el control político en su economía, configurando un “capitalismo de estado con características estadounidense”. Según un análisis del The Wall Street Journal: Hace una generación, se decía que a medida que China se liberalizaba, su economía se asemejaría a la estadounidense. Sin embargo, el capitalismo estadounidense está empezando a parecerse al de China.
El acuerdo llegado el fin de semana entre los mandatarios busca ampliar el alcance de la OCS. China anunció la creación de un banco de desarrollo, una plataforma de cooperación para las industrias verdes y créditos para los miembros de la organización. Y sobre todo, unidad en la oposición a las sanciones que Estados Unidos utiliza para separar a individuos, empresas y países del sistema financiero basado en el dólar. Se está buscando ofrecer un orden mundial alternativo, porque el liderado por Estados Unidos está en decadencia. “Cuando se escribe en chino la palabra crisis, se compone de dos caracteres, uno representa peligro y la otra oportunidad”, dijo el presidente estadounidense John F. Kennedy en 1959. Y China, si que ha sabido aprovechar las crisis y oportunidades generadas por las bravuconadas de Trump.
Aunque todavía no se puede cantar victoria con el “socialismo con características chinas” porque para los tiempos de la historia medio siglo (lo que lleva China con crecimiento económico sostenido) es aún poco. Es conocida la anécdota, de la histórica visita de Richard Nixon a China en 1972, en la que el norteamericano le preguntó a Zou Enlai (consejero de Mao Zedong): ¿qué piensas sobre la Revolución Francesa? a lo que el líder chino respondió: “Es demasiado pronto para valorarla”. Aún es pronto para determinar con exactitud el desenlace del poder mundial en este siglo, pero con los hechos y la tendencia ya se puede proyectar que en un futuro no muy lejano todos los caminos conducirán a Pekín.