El recrudecimiento de la sequía a causa del inclemente fenómeno de El Niño que está impactando nuestro territorio, empezó a pasarle factura a los embalses del país, que desde el pasado mes de enero han registrado descensos significativos en el volumen de agua disponible para la generación de energía eléctrica, reviviendo la gran preocupación que surge en cada temporada de sequía: el riesgo de un apagón.
Ante un evento climático agresivo, como el que se está presentado este año, el panorama es de alta incertidumbre por los riesgos que acarrea para la seguridad y confiabilidad del suministro, además de los aumentos en los precios de las tarifas de energía. No olvidemos que en el último Niño de fuerte intensidad en 2016, estuvimos a puertas de un apagón eléctrico de incalculables proporciones y costos, porque la falta de previsión nos llevó a tener los embalses en estado crítico y a no contar con la provisión de gas natural suficiente para las plantas térmicas, al margen de otra serie de problemas como los que ocurren con la distribución eléctrica en la costa Caribe.
El escenario es complejo, toda vez que, según registros de XM, las reservas hídricas se encuentran descendiendo de manera vertiginosa, ubicándose en un 57,55%, muy por debajo de los promedios históricos, y del volumen útil de 79% registrado el pasado mes de diciembre, una caída de 12%. Expertos calculan que si el descenso continúa al ritmo actual en un mes estarían bordeando 40%, lo que implica un riesgo inminente de racionamiento de energía. Así las cosas, un evento climático de larga duración, causaría un enorme impacto en el país, especialmente en la costa Caribe donde, históricamente, la caída en los niveles de las represas y embalses ha afectado a los usuarios, por la alta exposición a los precios de energía en bolsa que mantienen las empresas.
Pese a la tranquilidad que manifiesta el ministro de Minas y Energía, quien asegura que no habrá incrementos en las tarifas y que el país cuenta con la energía para superar el fenómeno de El Niño, no podemos ser indiferentes a la coyuntura actual. Lo que se advierte es de suma preocupación, pues todo indica que con este periodo de sequía de alta intensidad, los precios de la energía serían más altos que en los años anteriores. Frente a la situación monopólica del sector de generación eléctrica, hemos llamado insistentemente la atención del gobierno Nacional, en cabeza del ministro de Energía y la Comisión de Regulación de Energía sobre la necesidad perentoria de replantear el problema, pero esta vez, en función de la conveniencia social y dentro del marco de reglas de mercado que permitan garantizar la prestación del servicio con tarifas razonables.
La obligación de todos es ahorrar agua y energía porque la falta del líquido es una amenaza para el sistema nacional de acueductos y saneamiento básico, al tiempo que pone en peligro la generación hidroeléctrica. Y la del gobierno Nacional es establecer medidas para evitar un problema mayúsculo y como reza en la Constitución: “garantizar la eficiente prestación de los servicios públicos domiciliarios”.