Notas biográfico-políticas

No deja de parecerme una escena de trágico comedia la respuesta crítica a mis exposiciones políticas. Desde infantilizarme hasta pretender ridiculizarme. Y aunque tales pretensiones me son ajenas, las atiendo, normalmente en silencio para no aupar egoicamente voces críticas que sólo a mí respectan.

Mi historia de vida social y política ha estado sucintamente marcada por la participación en los escenarios políticos. Así pasó en mi bachillerato, asimismo en mi universidad. Hasta 2018 mis posiciones fueron, en sentido estricto, independientes. Ese año decidí militar en un Partido Político.

Fue así que comencé a establecer alianzas en momentos coyunturales. En el paro estudiantil de la UNEES 2018 confluí con gente de diversa posición; en el estallido del 2021 hice lo mismo: entre múltiples organizaciones y movimientos creamos la Coordinadora Distrital de Paro.

Aunque dichas coyunturas fueron instrumentalizadas con fines electorales, he procurado no afincarme en ellas para consecución de prebendas, de acceder al clientelismo burocrático. Mi participación en política no tiene ese objetivo; aunque no niego que en un futuro me veo como funcionario público y, por qué no, representante democráticamente elegido por voto popular.

En medio de esta remembranza confieso que he sido del bando que regularmente pierde. Quizá por eso mi ya larga vocación de oposición. Y de allí que en buena parte de mi trayectoria política haya sido crítico de Fuerza Ciudadana, movimiento político de gobierno durante mis más activos años de participación política.

En el tablero de los Partidos Políticos yo militaba en Colombia Humana, para mí vanguardia progresista del país, de lo que surge que el presidente Gustavo Petro allí echara sus buenos frutos. De él la idea de que Carlos Caicedo es un político marginal, aunque clave si de entender la política administrativa del Magdalena en el siglo XXI se trata.

De modo que no es novedad mi posición de desaprobación ante el movimiento naranja; y pese a ello creo que mi actitud no ha significado desvaloramiento de las personas allí actuantes. Creo apreciar, en lo intelectual, político y social a varias personas de allí. Pero en clave situada, política e ideológica nos separan los tipos de liderazgos que ejercen —especialmente el de Carlos Eduardo Caicedo— y ciertas prácticas mañosas que ya son comunes en la clase política del Magdalena.

Pese a ello, es cierto que he reconocido ciertos logros conseguidos en los gobiernos de Fuerza Ciudadana. Quede claro que la mezquindad no me moviliza: yo mismo he acompañado a líderes de Fuerza Ciudadana a diálogos con Rafael Martínez, Jorge Agudelo; participé en videos y reuniones, además de que les he dedicado escritos donde ha quedado explícita mi gratitud por aplicar políticas públicas exigidas por las ciudadanías —muchas de ellas libres como aprendimos en Colombia Humana—. Todo ello ha acontecido siempre bajo el prisma crítico: presentarme en esos espacios nunca ha sido un acto de hipocresía, pues a Fuerza Ciudadana no le he ocultado mi criticidad.

En esa línea es que he trabajado por consolidar un nuevo bloque de poder progresista en el Magdalena, con un claro punto de irradiación que es el distrito de Santa Marta. Por ello, he sido ideólogo de procesos, coadyuvante de proyectos, gestor de iniciativas, comunicador de concepciones y ejecutor de acciones. Poco a poco he labrado un espacio para mí, el cual comparto —con el cuidado y recelo necesario— con diferentes gentes, algunos de ellos coequiperos.

Ahora, en esta nueva coyuntura político-electoral, por vicisitudes y designios de las cavilaciones organizativas, comparto el espacio con Rafael Noya, quien para mí no es más que el fiel representante del Colectivo con Autonomía y Sin Permiso ¿Es esto un desacierto, casi un pecado mortal que en meses venideros me hará desdecir por lelo y desatento? No.

Elegí apoyar conscientemente la iniciativa autonómica que surge de una disidencia de Fuerza Ciudadana. Elegí apoyar a un exdiputado que viene del liberalismo —la misma corriente política que irónicamente avaló a Carlos Eduardo Caicedo en su candidatura a la alcaldía—. Elegí, como ya es sabido, apostar porque el Pacto Histórico, partido al que siento afinidad y que hoy es vanguardia nacional, amplíe su espectro de influencia en los territorios, produciendo con esto una apertura democrática más amplía que la propiciada parroquialmente por Carlos Caicedo y Fuerza Ciudadana.

Si este acto de respaldo consciente quiere ser interpretado como instrumentalización política, no puedo más que respetar sus palabras. Mientras sus críticas y mis posturas no traspasen el límite de la violencia política, creo que orbitar en la tensión de las ideas es sano y ayuda a desarrollar la democracia.

A propósito de un comentario que señala que soy instrumentalizado, quisiera recordar que Max Horkheimer y Theodor W. Adorno desarrollaron el concepto de razón instrumental entendiéndola como la forma de racionalidad moderna orientada a la selección y aplicación de los medios más eficaces para alcanzar determinados fines. Si bien es cierto que hoy comparto un criterio de razón instrumental en el marco de la coyuntura atípica de la gobernación del Magdalena; también es cierto que toda forma de absolutización de este razonar será por mí rechazada. No voy a claudicar a mis principios por la consecución de un fin: ganar la gobernación.

Finalmente, ser instrumento de un proceso en el que entiendes la utilidad específica que contienes para la consecución del objetivo no es más que la aceptación material de una misionalidad histórica específica, la cual no es determinada del todo por coyunturas pues estas vienen y se van. Por mi parte, me he trazado un propósito político: consolidar el postcaicedismo.

No quepa dudas que en cumplirlo ocuparé buena parte del resto de mis días.

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