Termina un año intenso, de muchos desafíos y retos, pero también de muchas lecciones y alegrías. Cuando llegamos a la presidencia y al congreso en 2022, sabíamos que no sería sencillo, en parte por ser el primer gobierno progresista de nuestra historia, pero también por la resistencia del establecimiento para aceptar las nuevas dinámicas de poder que implica lo anterior.
De todas formas, perseveramos. Y en este esfuerzo logramos mantener vivos los diálogos de paz con el ELN; desplegar programas como Jóvenes en Paz, que acabamos de lanzar; liderar la lucha efectiva contra el narcotráfico, dar pasos hacia la transición energética y avanzar en los trámites de las reformas a la salud, laboral, pensiones y de educación, así como aprobar proyectos trascendentales como el Plan Nacional de Desarrollo, la gratuidad en la educación superior pública y la Jurisdicción Agraria, entre tantos otros.
No obstante, la coyuntura ha impedido llevar el ritmo que esperábamos. Sin embargo, avanzamos y seguiremos trabajando para garantizar una vida digna a millones que hoy viven al margen del crecimiento que ha experimentado Colombia en los últimos 30 años.
Por eso, más que hacer una lista de mercado como balance del año, creo que es mejor aprovechar estas palabras para enviar tres mensajes. Primero, a mis colegas en el Congreso y a las autoridades que asumirán a partir del primero de enero: quienes ocupamos cargos de elección, tenemos la elogiosa labor de recuperar la fe en lo público. No todo vale ni podemos fomentar el desprestigio de nuestra nación cayendo en debates burdos, mezquinos, misóginos, basados en mentiras o en dogmas que están mandados a recoger.
Tenemos que estar a la altura y ser capaces de dialogar y construir soluciones para transformar la forma en cómo se garantizan los derechos fundamentales en el día a día. Todas las fuerzas políticas concordamos en que hay que hacer mejoras; pues entonces hagámoslo: logremos acuerdos para que nunca más en Colombia el 80% de los municipios viva con un bajo acceso a la salud, para que las personas mayores tengan ingresos que les permitan superar la pobreza y la extrema pobreza, y para que la fuerza laboral cuente con condiciones de estabilidad. Debemos entender que, más que aprobar o no las reformas propuestas por el Gobierno, tenemos la oportunidad de ser la generación política que le devolvió la sonrisa a Colombia.
El segundo mensaje es para las fuerzas que componen al Pacto Histórico, y también para quienes a pesar de no hacer parte creen en un proyecto político alternativo y de cambio: Que no nos quiten la alegría ni la esperanza. Debemos mantener en alto la moral y ser conscientes de la grandeza del momento que estamos viviendo; y si llegamos hasta acá es porque lo estamos haciendo. Y si queremos trascender en el tiempo, el camino es la unidad.
La desinformación choca con las posibilidades reales y las expectativas de un país que siempre insistió en alcanzar un mejor devenir. Sin embargo, jamás hemos perdido el horizonte de construir un país a la altura de nuestros sueños: estamos sembrando una nueva Colombia, para que seamos una nación que apostó decididamente por la paz, la vida y el amor para superar la barbarie.
Por último, aprovecho para dejar unas palabras para todas las personas que lean este texto: la base de la democracia y de la paz es el respeto: a la vida, la naturaleza, al otro, a los derechos humanos, a cualquier ciudadano, ciudadana, piense lo que piense y viva lo que viva.
Como país, debemos tener siempre presente que existe una infinidad de voces, todas tan válidas como las nuestras, y que la forma de relacionarnos en esta diversidad es mediante el diálogo. En este sentido, espero que este año que llega podamos converger, desde los territorios que vengamos, en un círculo virtuoso que nos permita sacar a Colombia adelante.