El pasado miércoles logramos la aprobación del 62% de la Reforma Pensional, gracias al acuerdo democrático con los partidos Liberal, La U, los Verdes y En Marcha, con quienes decidimos trabajar en unidad en favor de nuestra tercera edad, jóvenes y futuros pensionados. El trámite del segundo debate en Senado se ha dado con todas las garantías, sobre todo para la oposición, que ocupó la palabra el doble de tiempo que la coalición de gobierno junto al Partido Liberal. Al presidir la Plenaria, he honrado el compromiso de hacer todo para lograr un acuerdo nacional en torno a las reformas que por décadas ha reclamado la sociedad colombiana.
De mantenerse el ritmo, la semana que entra se podría aprobar esta reforma en el Senado, quedando dos debates en la Cámara de Representantes para que sea Ley de la República, primero en la Comisión Séptima, luego en Plenaria. Justamente por este tránsito, quisiera reflexionar en torno a los desafíos en el Congreso que enfrentan las reformas y transformaciones por las que votó el país en 2022.
El progresismo en Colombia sigue luchando por representar las voces de millones que quieren un país a la altura de nuestros sueños; sin embargo, lo que hemos visto en el Congreso es una oposición que se resiste a velar por los intereses de la gente de a pie y menos favorecida y comprender la necesidad de la alternancia política, característica esencial de cualquier democracia sana.
Tras la presentación de las reformas de este Gobierno, dilaciones, jugadas, desinformación y tergiversación de cada proyecto, entre otros factores, han impedido el avance de cada uno. A su vez, abundan en medios de comunicación ex funcionarios y tecnócratas hablando desde una supuesta perspectiva técnica, sobre lo dañino que sería cada una, cuando todas han sido avaladas por expertos y organismos internacionales.
Incluso, han señalado que ha sido imposible concertar con el Gobierno y que la participación social ha estado ausente del debate: falso. El interés de estos actores nunca ha sido el diálogo ni la concertación, sino sus discursos y acciones están radicalizados para que nada cambie, para que Colombia siga sometida a su conveniencia.
Por el contrario, cada reforma ha sido presentada para su discusión, diálogo y concertación con organizaciones sociales, gremiales, mesas de expertos, audiencias públicas y otros espacios; la evidencia y los registros del propio Congreso así lo demuestran. Es más, el avance de la Reforma Pensional es prueba de que este gobierno sí es capaz de lograr acuerdos, por ejemplo, bajando el umbral de cotización en el pilar contributivo (del pilar de prima media en Colpensiones).
El asunto pasa, más bien, por la voluntad política, de entender el momento transformador que vivimos, en el cual todos los partidos y sectores tenemos la oportunidad de contribuir a construir las mejores reformas para satisfacer las necesidades reales de la gente. Sin embargo, la presión del establecimiento ha podido más, por eso la Reforma a la Salud hoy depende de la conformación de una comisión especial para tramitar una apelación solicitada por tres congresistas de la bancada de gobierno, que de aprobarse tendrá tiempos muy estrechos para su aprobación.
Si la voluntad real de la oposición, y de algunos miembros de bancadas alternativas, hubiese sido llegar a un gran acuerdo, el mismo trámite legislativo se habría encargado de construir una mejor propuesta. Sin embargo, la reforma tambalea a pesar de su necesidad, de la evidencia, de las deficiencias en prestación y cobertura, de los informes de Contraloría sobre billones de pesos perdidos, de la crisis permanente de algunas EPS, de la solicitud de liquidación de otras y de la voluntad de las mismas para transitar hacia lo que propone la reforma; pero no, por el momento pueden más la mentira y la resistencia dogmática de quienes creen en el individualismo por sobre la responsabilidad colectiva e intergeneracional.
Con la Reforma Laboral sucede algo similar, a pesar que la embajada de Estados Unidos y la OCDE han respaldado esta iniciativa. La ponencia está radicada desde noviembre, se logró avanzar en algunos artículos, pero sigue en primer debate en la Comisión Séptima de Cámara; y viendo el calendario, los tiempos son ajustados para que logre transitar al Senado. Una reforma que busca brindar estabilidad laboral, garantizar a las familias colombianas mejores remuneraciones por sus horas extras y dominicales, sigue enfrentando la resistencia debido a que atentaría contra el empleo y la inversión privada, cuando el régimen laboral vigente no mejoró ni lo uno ni lo otro.
Sin embargo, otras reformas sí han logrado avanzar en el Congreso: la tributaria, que ha logrado captar impuestos de los ingresos más altos en favor de las personas más necesitadas; la paz total, cuya implementación ha sido desafiante pero avanza; la reforma constitucional de la Jurisdicción Agraria, cuya reglamentación se discutirá en estos días; la gratuidad en la educación superior pública y la regulación del derecho fundamental a la educación, que ya se aprobó en segundo debate en Cámara y pasa a la Comisión Primera en Senado, entre otras.
Las reformas avanzan, pese a la oposición de una parte de la clase política que se resiste a la Colombia real, que necesita un mejor bienestar, más justicia y equidad. No debemos frustrarnos ni perder la fuerza transformadora. Sabemos que por las calles, donde uno vaya, está el anhelo de cambio. No nos podemos dejar amedrentar, tampoco robar la esperanza ni la alegría.
El llamado que hizo el presidente Petro al poder constituyente es justamente para no bajar los brazos: necesitamos y contamos con su apoyo para cumplir el mandato del cambio por el que votó Colombia. Tenemos campo para avanzar; nuestro principio es la gente.