La sistemática ola terrorista de los últimos días, con emboscadas, hostigamientos y ataques sicariales a nuestros hombres de la Fuerza Pública, suma un nuevo y doloroso capítulo en el amplio catálogo de violencia contra los uniformados, que no podemos permitir que se convierta en paisaje. El escalamiento y recrudecimiento de estos condenables actos son una clara señal de guerra por parte de los grupos al margen de la ley que continúan eligiendo el camino de la intimidación y el terror.
Es doloroso, triste y desgarrador el sufrimiento de familias humildes que en distintas zonas del país están sepultando a sus esposos, padres e hijos a causa de las demenciales acciones del Clan del Golfo, el ELN y las disidencias de las Farc. Los ataques registrados en Antioquia, Córdoba, Bolívar y Norte de Santander, bajo el miserable “plan pistola”, han dejado un trágico saldo de 31 soldados y policías asesinados, vidas que se han perdido de la manera más vil e injusta. Aprovecho estas líneas para hacer un reconocimiento a estos valerosos y abnegados servidores de la patria, a quienes siempre recordaremos como verdaderos héroes.
Desde siempre hemos querido y apoyado la paz, así como a miles de colombianos que sienten que es más saludable sentarse a dialogar con la guerrilla, silenciar los fusiles y hacer un pacto común. Sin embargo, acciones terroristas como las registradas estas semanas, que confirman la nula voluntad de paz por parte de estos grupos, a los que el gobierno insiste en consentir, son una bofetada a las esperanzas de los colombianos. Imposible hablar de paz cuando prima el lenguaje de la violencia y la profundización de la guerra con hechos deplorables con los que osan enfrentarse a la institucionalidad.
A la mano tendida del Gobierno, los grupos ilegales han respondido con terrorismo y muerte. Los colombianos estamos cansados de la pantomima en la que se ha convertido la llamada Paz Total. Basta de la doble moral negociadora en la que, por un lado, se habla de acabar con el conflicto y, por el otro, se atiza la hoguera de la guerra. Seguiremos rechazando el terrorismo con la convicción de que quienes persisten en esa conducta están condenados a caer algún día, sin conocer el perdón.
Desde el Congreso de la República, reiteramos nuestra solidaridad con el Ejército y la Policía Nacional, víctimas del vil terrorismo. Rodeamos a las familias de quienes han caído en días pasados en el conflicto y a todos aquellos que hoy son afectados por la inclemente violencia. Hacemos un llamado al Gobierno Nacional a ser implacable y a intensificar la ofensiva contra los grupos armados, y a los colombianos a rodear nuestras instituciones. Es urgente redoblar la tarea de inteligencia y la cooperación entre todos los organismos armados, mientras se solicita a la comunidad más colaboración respecto a hechos y personas sospechosas. Los culpables deben pagar por sus crímenes.
Mucha fuerza a nuestra Fuerza Pública, a los héroes de la patria que luchan a diario por preservar la seguridad, vida, bienes y honra de los colombianos. Los alentamos a seguir combatiendo con todo rigor a quienes insisten en tratar de desestabilizar el sistema desde la barbarie y la violencia cobarde ¡Estamos con ustedes!