En el marco de la conmemoración del día internacional de la mujer y los movimientos del 8 de marzo, hay un tema en específico del cual me interesa hablar en esta columna. Y es que el papel que la mujer ha jugado en muchos ámbitos de la vida ha sido digno de admirar, en la política, economía, educación, salud, y la ciencia, pues por mucho tiempo se les impedía involucrarse en congresos, investigaciones o realizar publicaciones por sus trabajos dentro del campo científico. Sin embargo, dentro de este último existe un término llamado “El Efecto Matilda”. El Efecto Matilda ocurre cuando se atribuyen los méritos de una mujer a su marido, o superior varón. Aunque hoy en día hay mujeres increíbles haciendo historia, involucra das en la investigación científica, rompiendo paradigmas e incluso la Asamblea General declaró el 11 de febrero como el día Internacional de las mujeres y las niñas en la ciencia, justamente como un reconocimiento en la labor clave que desempeñan, así mismo se busca la motivación hacia todas las generaciones nuevas de niñas y mujeres para que logren estudiar y prepararse. No obstante, no siempre fue así, ya que existen mujeres que fueron víctimas del llamado Efecto Matilda. Y es gracias a Matilda Joslyn Gage por quien se le acuña el nombre a dicho fenómeno, ya que fue primera mujer en denunciarlo, una activista y luchadora por el sufragio femenino. Y así como ella, existen más ejemplos de mujeres con mentes brillantes, pero a quienes no se les otorgó el debido reconocimiento solo por el hecho de ser mujer, una de ellas fue Cecilia Payne, su historia resulta más que interesante puesto que sus Tesis de Doctorado propuso que las estrellas están compuestas principalmente por hidrógeno, y de hecho en su momento fue reconocida como la tesis doctoral más brillante dentro del campo de la astronomía.Sin embargo, su estudio fue atribuido a su compañero Henry Russell, quien negó en varias ocasiones haberlo descubierto, pero aun así se le siguió otorgando ese mérito. O la astrofísica, Jocelyn Bell, que como estudiante en el doctorado descubrió la primera radioseñal de un púlsar en 1967, descubrimiento que le dio el Premio Nobel a su director de tesis, Antony Hewish. Aunque después se volvió profesora en la Universidad de Oxford y presidenta de la Real Sociedad de Edimburgo, no podemos negar que también fue víctima del Efecto Matilda. Y así podemos seguir hablando de más “matildas” a quienes su talento y su trabajo no fue dignamente reconocido en su debido momento, por tal motivo se creó el movimiento #NoMoreMatildas, que nace con el propósito de devolverles el mérito de sus investigaciones y descubrimientos a mujeres que fueron invisibilizadas dentro de sus respectivas carreras científicas, pero también para incentivar a las niñas a prepararse y a estudiar cualquier carrera que les apetezca, mirando en estas grandes historias un espejo en el que nos podamos ver reflejadas y motivadas a seguir rompiendo con paradigmas.