En estos días, nocivos para la Salud de la República, me ha perseguido con insistencia una frase que proclamó el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa y que cae como una sentencia condenatoria para el actual presente de la vida nacional: “Los pueblos a veces se equivocan, y a menudo lo pagan caro. Por regla general, los pueblos tienen los gobiernos que merecen tener, aunque luego se arrepientan, los pueblos se parecen a quienes los gobiernan”. Craso error cometimos, al elegir a Gustavo Petro como Presidente de la República; mis palabras no buscan dar tranquilidad, pretendo sirvan como invitación para estar firmes y en resistencia contra la regresión.
Sí algo he dejado claro a todos los que me han seguido y leído por años, es que soy un defensor del Estado de Derecho, de las libertades, de los valores democráticos y republicanos; el más claro ejemplo, ha sido mi cruzada por el restablecimiento del Orden Constitucional en Venezuela, labor a la que le he entregado más de la mitad de mi vida. No podría hacer menos por Colombia, no va ser distinto.
Cómo sí no tuviéramos suficientes problemas en el país, Petro abre un nuevo frente de batalla, no le han bastado sus fracasos legislativos, el descontento social ante las medidas erráticas de un gobierno incapaz, la inseguridad desbordada en cada calle de la patria, los escándalos en los que miembros de su familia y sus más cercanos colaboradores se han visto envueltos. A Petro no le ha bastado nada y hoy nos sumerge en el peor choque institucional que ha evidenciado el país desde 2009. Que estaríamos en este escenario, lo sabemos desde el año pasado, es clara y evidente la prisa de Petro por acelerar la elección del Nuevo Fiscal General de la Nación, él tiene intereses en investigaciones que cursan en la Fiscalía; quizá buscando lo que desde las trincheras de la oposición siempre criticó: dilatación de los procesos, ocultamiento de la verdad judicial, impunidad. La razón es obvia, el proceso por el que comparece SU HIJO en los estrados judiciales.
No debería sorprendernos este nuevo caballo de batalla del paquidérmico Presidente de la República, que presione a las cortes para apurar la elección, que intente borrar todo rastro de la administración de Barbosa, que convoque a marchas con sus “fuerzas políticas”, que diariamente dinamite la institucionalidad, sin duda, no es el actuar de alguien que con honor ostente el Solio de Nariño. Es el proceder delictual de quién incluso desde la clandestinidad siempre ha intentado derribar la institucionalidad. ¡BASTA DE PRESIONES, SEÑOR PETRO!.